miércoles, 28 de noviembre de 2012

QUINTA Y ULTIMA PARTE DE LA EDICION ESPECIAL SOBRE SEXUALIDAD DE LA REVISTA JUVENIL LA ARMADURA DE DIOS

VALORES QUE CUIDAN TU CUERPO E INTEGRIDAD 

En esta quinta y ultima parte hablaremos de los valores que contrarrestan los anti valores,tambien hay videos sobre estos valores con testimonio de jovenes  y  los consejos para los padres y educadores para que ayuden y orienten a sus hijos correctamente a la luz del EVANGELIO Y LA IGLESIA CATOLICA.




VALORES QUE CUIDAN TU CUERPO E INTEGRIDAD

EN LOS VALORES QUE CUIDAN TU CUERPO E INTEGRIDAD ESTAN :

La castidad no es la negación de lo sexual sino el dominio de sí, de la capacidad de orientar el instinto sexual al servicio del amor y de integrarlo al desarrollo de la persona.
 
Lección 24 y 25  La Virginidad y la Castidad
Lección 24 y 25 La Virginidad y la Castidad
Curso: Las 54 virtudes atacadas
Autora y asesora del curso: Marta Arrechea Harriet de Olivero
Lección 24 y 25 La Virginidad y la Castidad

LA VIRGINIDAD

La virtud de la virginidad “es una virtud especial, distinta y más perfecta que la castidad que consiste en el propósito firme de conservar perpetuamente la integridad de la carne por un motivo sobrenatural” (1)
Dicho en otras palabras, es la persona que no ha tenido experiencia sexual, pero sólo será virtud cristiana cuando se guarda por amor al Reino de los cielos. Está compuesta por dos aspectos, el físico y el espiritual.

El aspecto físico es cuando la persona no ha tenido ningún acto sexual. El aspecto espiritual es la resolución de abstenerse de todo acto sexual hasta el matrimonio o la vida consagrada y va más allá de la integridad corporal porque es un acto de la voluntad. La virginidad es un estado natural. Se nace virgen, se debe crecer virgen y se puede vivir virgen toda la vida. ¿Se puede ser siempre virgen y feliz? Absolutamente. Ejercer la sexualidad no es obligatorio como nos quieren hacer creer ahora.

La virginidad no es ignorancia, es pureza. Pureza física y espiritual, libremente elegida. Para ser virgen hay que saber lo que yo “protejo”. La Santísima Virgen era virgen pero no ignorante. Sabía que para concebir un hijo hacía falta una mujer y un varón. Por eso le contestó al ángel en la Anunciación: “¿Cómo podrá ser eso si yo no conozco varón”. En épocas más cristianas la inocencia y la pureza tenían su “espacio”. Dios, los padres y todos los adultos que querían a la infancia, la protegían. Es y fue desde siempre de orden natural el proteger la inocencia que implicaba pureza. Se cuidaban hasta las conversaciones en la mesa, las imágenes, se vigilaban a las personas que estaban cerca de los niños, evitando situaciones de peligro. Aún los adultos más licenciosos y desordenados moralmente respetaban este ámbito sagrado de la inocencia de los niños. Hoy, la violencia pornográfica es casi inmanejable porque nos bombardea constantemente y penetra por ley aún desde los ámbitos de la educación.

Las leyes que impulsan la educación sexual obligatoria en los colegios desde la primaria están hechas para pervertir la pureza y arrasaran con la virginidad espiritual de millones de niños y adolescentes que tenían el “derecho” a no “saber” a no presenciar actos sexuales en afiches y videos, a que no le bajaran el velo del misterio y de la pureza espiritual en clases de pornografía que los incentivarán a perder luego la virginidad física desde la adolescencia, sin saber siquiera que tenían “derecho” a conservarla .

Porque debemos recordar que para Dios, el acto sexual fue pensado para dos, varón y mujer, en completa intimidad. Según el plan natural y divino, el exponerlo y compartirlo con un tercero es, no sólo inmoral, sino enfermo. A esto se sumará además, la exposición de todas las perversiones sexuales que se les explicarán con la excusa de prevenirlos de los abusos sexuales de los mayores. Imágenes perversas darán vueltas en sus tiernas cabezas con un mundo de adultos que les es ajeno, que no les pertenece, que no les interesa, que los violenta, que los convulsionará de por vida, (aún cuando fueran niños normales y sanos). Nada puede llegar a compararse con el daño criminal que esta ley en contra del derecho natural de los padres y de la ley divina hará en nuestra Patria. Una hecatombe moral y espiritual en la vida de millones de niños y adolescentes vendrá después.

Tenemos una naturaleza sexuada y está ordenada a la procreación dentro del legítimo matrimonio. Hay que batallar para conservar la virginidad y será virtud cuando yo, libremente, elija defenderla para entregarla por amor en el matrimonio, (y no perderla sin saber bien por qué ni con quién en el camino), o entregarla por amor a Dios, conservándola para y por Él en la vida consagrada. La virginidad debe compararse a la persona que se posee en plenitud, así como un cántaro lleno de agua, que no se derrama, está listo para ser entregado. Las personas que tienen vocación al matrimonio también están llamadas por Dios a permanecer vírgenes hasta casarse por el sexto mandamiento: “No cometer actos impuros”. No es un mandamiento caprichoso, como no lo es ninguno. Dios sabe que las pasiones obnubilan y manejan al hombre. Mientras que la persona se mantenga virgen verá con más claridad, será más libre para elegir y tomar un compromiso de por vida como es el matrimonio. “Las relaciones prematrimoniales están mal en sí mismas, y, si bien, no puede negarse que los novios se amen, sí puede afirmarse que la relación sexual no es una manifestación auténtica del amor en esa etapa de sus vidas. ¿Por qué? Fundamentalmente porque la “relación sexual” es la manifestación plena y exclusiva de la conyugalidad, (la conyugalidad es la unión física, psíquica y espiritual entre personas de distinto sexo unidas en matrimonio indisoluble), y los novios carecen de la conyugalidad aunque se ordenen a ella y se estén preparando para ella. La relación sexual es la manifestación plena del amor conyugal, porque es en ella en donde los esposos alcanzan la máxima unión física y, a través de ella, fomentan la máxima unidad afectiva y espiritual. Allí son “una sola carne” y mediante este acto también “un solo espíritu”. Pero es también la manifestación exclusiva de la conyugalidad porque sólo dentro del matrimonio es lícito realizar la sexualidad. ¿Por qué sólo dentro del matrimonio? Por el lenguaje del cuerpo. El acto sexual es parte del lenguaje humano; tiene un significado único, irrepetible e irrenunciable; y lo que ese acto “dice” solo es verdad cuando hay de por medio un compromiso matrimonial definitivo. ¿Qué es lo que dice ese acto? Dice donación total. Una donación es total cuando incluye:
Todo cuanto se tiene.
De modo exclusivo.
En el estado más perfecto en que puede estar lo que se dona.
Para toda la vida.


Ahora bien, la donación entre esposos es total cuando incluye todo cuanto se tiene (cuerpo, alma, afectividad, presente y futuro); de modo exclusivo (es decir, a una sola persona con exclusión de todas las demás); en estado perfecto (no disminuido o deteriorado, como ocurre cuando las capacidades han sido anuladas previamente por medio de anticonceptivos o esterilizantes); para toda la vida, (lo cual es garantizado sólo tras el compromiso público que se da en el consentimiento matrimonial). Estos elementos sólo pueden ser vividos en el matrimonio válidamente celebrado.

En la relación prematrimonial, en cambio: no se da todo lo que se tiene porque no ha dado todo quien aún no ha pronunciado públicamente el “sí matrimonial” ante la sociedad: no ha dado su futuro, no ha dado su nombre, no ha dado su compromiso: de hecho el verdadero amor es un acto “oblativo”, un don total de sí al otro; en cambio, en la relación sexual prematrimonial (y lo mismo se diga de la extramatrimonial) lo que prima psicológicamente no es la oblatividad sino la búsqueda egoísta del placer: el “otro” no es aquel a quien se da sino aquello que se toma para uno. No es exclusivo o al menos no es necesariamente exclusivo: pues la falta del compromiso matrimonial lleva muchas veces a la ruptura del noviazgo, (incluso los más serios), y a la instauración de nuevos noviazgos; de este modo las relaciones prematrimoniales se tienen con distintas mujeres o distintos hombres. No se da generalmente en el estado más perfecto las más de las veces excluyen la prole”; No es para toda la vida pues falta rubricarlo por el único acto que hace irretractable el compromiso, el cual es la celebración válida del matrimonio”. (2) Esta costumbre tan inmoral y hasta suicida (por el daño físico y moral) al que se exponen los jóvenes de convivir o tener relaciones ni bien se conocen, (que ha impuesto y propagado la revolución anticristiana), hace que las personas no lleguen ni siquiera a conocerse. Se queman todas las etapas previas naturales.

El noviazgo es precisamente para conocerse, para compartir un proyecto de vida, para comunicarnos espiritualmente y psíquicamente. Debiera existir, en el noviazgo, una personalidad que me atrae por sus proyectos, por sus intereses, por la manera en que resuelve las situaciones, por la forma en que toma las decisiones de su vida, por los principios que defiende y por lo que se niega a sí mismo. Es, primeramente, de toda esta personalidad que me atrae que yo me enamoro. Las relaciones prematrimoniales detienen, cortan, interrumpen este proceso natural de conocerse que es indispensable para proyectar formar una familia.

Las consecuencias de las relaciones prematrimoniales abarcan: en el orden biológico (frigidez, lesbianismo u homosexualidad por haber sufrido decepciones con el sexo opuesto). “En el orden psicológico crea temor. Como por lo general las relaciones tienen lugar en la clandestinidad, crean un clima de temor: temor a ser descubiertos, temor a ser traicionados después, temor a la fecundación, temor a la infamia social. Además crea otra alteración pasional que es el temperamento celoso: la falta de vínculo legal hace siempre temer el abandono o desencanto del novio o la novia y la búsqueda de satisfacción en otra persona; de hecho no hay ningún vínculo que lo pueda impedir; por eso la vida sexual prematrimonial engendra en los novios un clima de sistemática sospecha de infidelidad. Da excesiva importancia al sexo, al instinto sexual, al goce sexual. Esto produce un detrimento en las otras dimensiones del amor: la afectiva y la espiritual. Normalmente esto resiente el mismo noviazgo y luego el matrimonio. Asimismo, esta centralización del amor en el sexo frena el proceso de maduración emocional e intelectual.” (3)

El pecado contra el sexto mandamiento como pecado es igual para el hombre que para la mujer, sólo que en la mujer las consecuencias son más graves. “Nadie puede negar que en la práctica de las relaciones prematrimoniales quien lleva la peor parte es la mujer. Ésta en efecto: “pierde la virginidad; se siente esclavizada al novio que busca tener relaciones cada vez con mayor frecuencia; no puede decirle que no, porque tiene miedo que él la deje, reprochándole que ella ya no lo quiere; vive con gran angustia de que sus padres se enteren de sus relaciones; participa de las molestias del acto matrimonial, sin tener la seguridad y la tranquilidad del matrimonio”, vive en el temor de quedar embarazada; si queda embarazada es presionada para que aborte por el novio que la deja sola ante los problemas del embarazo, por familiares y amigos e incluso por instituciones internacionales, fundaciones y asociaciones que luchan por la difusión del aborto en el mundo.” (4)

La naturaleza femenina está hecha de manera que la mujer en el acto sexual se involucra físicamente (porque puede quedar embarazada), psíquicamente (porque quedará marcada para siempre por su primera relación), afectivamente, (porque puede enamorarse y ser abandonada) y espiritualmente (porque cometerá un pecado mortal que probablemente le hará cometer muchos otros como mentir o abortar). En su naturaleza, según fue creada, todo en ella tiende a la interioridad, de ahí que quede más marcada. Ella lleva además, la responsabilidad de transmitir la certeza de la paternidad, de ahí que para la mujer lo que ocurre en este plano tenga consecuencias mayores.

Todas las virtudes se conectan y, si bien la virginidad y la castidad no son las únicas, el saber conservar la pureza es un entrenamiento para adquirir otras virtudes que nos harán dueños de nosotros mismos como la paciencia y la tolerancia durante los años de matrimonio. El no consentir en tener relaciones prematrimoniales ayuda a una futura fidelidad; lo contrario puede ser un signo de infidelidad. La prudencia es la virtud que debe regir a la virtud del pudor para cuidar a la virginidad, porque la prudencia detectará los peligros y evitará que ella se exponga a situaciones peligrosas de pecado.

Los novios, en el tema de la pureza, tienen el mismo compromiso que los solteros, pero a muchos jóvenes les han hecho creer que la esencia del noviazgo es la convivencia o el andar colgados como ventosas. “Una de las más funestas costumbres que se han ido imponiendo en el noviazgo, es la gran frecuencia con que se encuentran. Ello es generalmente nocivo porque, muchas veces, hace perder frescura al amor, los somete a la rutina y va matando la ilusión. En gran parte se debe a que los hombres nos hemos olvidado del sentido profundo de los ritos y del sentido profundo de la fiesta. Sobre el primero escribe admirablemente Saint - Exupéry:
- “Hubiese sido mejor venir a la misma hora - dijo el zorro-. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agotado e inquieto: ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón…los ritos son necesarios. ¿Qué es un rito?- dijo el principito.
- Es también algo demasiado olvidado - dijo el zorro -. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días; una hora, de las otras horas. ..

Respecto de la fiesta, dice, también magistralmente Hans Wirtz: El hábito, la costumbre, es la escarcha del amor. Lo que vemos, lo que oímos y tenemos a diario, pierde su matiz de inusitado y raro, deleitoso. Al final llegamos a beberlo sin apreciarlo, sin sentir su sabor, como si fuera agua. Los novios no pueden cometer mayor error que el estar juntos con excesiva frecuencia. Cuanto más escaso, tanto más apreciado. Pensar siempre uno en el otro; anhelar continuamente la presencia del otro, pero... estar juntos lo menos posible. El encuentro ha de ser siempre una fiesta”. Y no pueden celebrarse fiestas todos los días. ¡Cómo aburren esos pretendientes de todos los días, a todo el resto de la familia! Muchas veces se pierde la intimidad del hogar.”(5)

En el orden social las relaciones prematrimoniales engendran casamientos apurados, precipitados. Disgustos y humillaciones familiares. Abortos o hijos naturales que llegan al mundo sin las condiciones naturales a las cuales tenían derecho para crecer en salud mental, psíquica y espiritual que es en el seno de una familia estable con padre y madre. La familia no fue pensada por Dios para solos y solas.

La revolución anticristiana ha hecho de la corrupción de las costumbres especialmente en materia sexual su bandera preferida (donde Freud con su liberación sexual trabajó y trabaja junto y para Marx subvirtiendo el orden natural), porque el sexo es la parte por donde los jóvenes caen con mayor facilidad. Las consecuencias de este derrumbe muchas veces son un camino sin retorno. Los jóvenes hoy en día son incitados a perder su virginidad de una manera brutal y superficial, sin haberles permitido tan siquiera saber que tenían el “derecho a conservarla”.

Lo que el marxismo quiere destruir en realidad es la espiritualidad del sexo ya que la importancia del sexo no está sólo en la parte moral sino en toda la persona en su fase más profunda: la espiritual. De la mano de la promiscuidad sexual va la tumba del diálogo entre los jóvenes, (que ya no intentan ni conocerse, ni profundizar en lo que piensan), la carga de tensiones, nervios y preocupaciones que traen aparejados el temor constante del embarazo, las malas caras, las peores contestaciones, la amenaza sobre la posibilidad de un aborto, las mentiras, las traiciones, la falta de propósitos serios y objetivos claros a lograr en la vida, las frustraciones, los quiebres emocionales que llevan al alcoholismo, a las drogas etc. Pero Satán, que odia al hombre, lo sabe y como lo que quiere es llevarlo a la infelicidad...

Aún dentro de nuestros hogares, a través de la televisión, internet, libros y revistas, las imágenes de todo tipo de sexo nos invaden y se nos imponen, nos alteran las conversaciones de las reuniones y comidas familiares. Se agravan con lo que se lee, con lo que se mira, con los temas de conversaciones, con las modas totalmente provocativas que han arrasado con el pudor, con el trato irrespetuoso con cualquiera, la excesiva familiaridad, con la falta de mortificación en la comida, en la bebida y las formas de divertirse. Se puede decir sin temor a exagerar que toda la propuesta moderna de vida es totalmente revolucionaria y anticristiana.

La virginidad en la vida consagrada y su valor nace porque la persona se priva de algo que es humanamente legítimo, (como ejercer la sexualidad dentro del matrimonio), para ofrecerlo por algo superior, que es el amor incondicional e indiviso a Dios. Es cuando la persona se enamora de Dios y decide libremente entregarle todo su ser, física y espiritualmente. Los consagrados no renuncian al amor humano para quedarse vacíos. Renuncian al amor humano porque están enamorados con un Amor Superior que sacia, que llama, que posee en exclusivo y que invita a una milicia sobrenatural. La doctrina constante de la Iglesia sostiene que el sacerdote está revestido de un carácter sagrado indeleble: Tú eres sacerdote para siempre. Y ante los ángeles y ante Dios continuará siendo sacerdote para toda la eternidad. Esa condición no se alterará nunca por más que el sacerdote cuelgue la sotana, que lleve un pulóver colorado o que cometa los peores crímenes. El sacramento del orden sagrado lo modificó en su naturaleza. Asimismo el sacerdote, por las palabras que pronuncia en la Consagración, hace descender a Dios a la tierra. El sacerdote tiene una proximidad tal con Dios, ser espiritual, espíritu ante todo, que es bueno, es justo y eminentemente conveniente que también sea virgen y permanezca célibe. La naturaleza humana está hecha para la complementariedad, para complementarse con el otro. De ahí que, una persona renuncie a lo que es legítimo y que lo que complementa naturalmente, (como el hombre a la mujer o la mujer al varón) por algo superior que es lo que da valor a esta elección.

Dios, que conoce la naturaleza humana, sabe que las mujeres consagradas podrán desposarse con Cristo, y a los consagrados varones les puso a la Santísima Virgen como su Dama a venerar. Solamente quien lo valora puede ofrecer semejante renuncia de por vida. Nuestro Señor en el Evangelio ya dijo que muy pocos lo entenderían:” Hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los cielos. El que pueda entender que entienda”. (Mat, 19,11). De ahí que no sea un tema para todos, es una instancia superior de vida y no puede estar sujeta a discusiones comunes ni vulgares. La Iglesia siempre consideró el estado virginal superior al estado del matrimonio, porque el estado virginal no sólo habla de plenitud, de dominio de sí, de señorío sobre la propia vida sino que todo esto se ofrece para el mejor servicio a Jesucristo y a su Iglesia. El que no tiene un corazón dividido acá abajo, tiene mayores fuerzas para entregarse a un amor divino.

Jesús eligió tener a su lado y ofrecerle la distinción de recostarse sobre su pecho escuchando las palpitaciones de Su corazón a Juan, el discípulo virgen, porque sería quien mejor penetraría en los secretos profundos de su alma, envuelta esa noche en los misterios la tristeza, la desazón y el dolor de la traición. Era él quien más sintonizaba con el corazón de Cristo, porque era el corazón más puro, el del discípulo virgen.

Los fieles con fe sentimos que esto sólo, esta ofrenda de la propia virginidad de por vida para dedicarse a extender el Reino de los Cielos, constituye una de las perlas más preciosas de la corona de la Esposa de Cristo y que han dado mayor gloria a la Iglesia Católica. Ha hecho que, durante siglos, los fieles nos inclináramos con respeto antes quienes han sido capaces de hacerlo para vivir un estado superior de vida, para transmitirnos a Jesucristo, para que nosotros entendiéramos el Evangelio y nos salvásemos. Este caudal de gracias que atesoran los consagrados con sus votos, es los que luego la Iglesia distribuye a los que las necesitan. Una persona virgen puede ser peor que una casada, menos virtuosa, pero la experiencia enseña que los frutos espirituales producidos por los hombres y mujeres que han renunciado a todo por amor a Dios y han permanecido vírgenes son superiores. En la antigüedad, los paganos no exigían a las vestales (doncellas romanas consagradas a la diosa Vesta) la virginidad de por vida y en el Antiguo Testamento se exigía la virginidad hasta el matrimonio. La virginidad perpetua nació en el cristianismo y fue predicada por Cristo con su propia vida. El lugar que Dios da a la virginidad está marcado por las primeras palabras que se conocen de la Santísima Virgen en el Evangelio, en el momento más trascendental para la historia de la humanidad, el día de la Encarnación del Hijo de Dios, que son un cántico a la virginidad: “No conozco varón”.

A la revolución anticristiana hay que agregarle la claudicación de gran parte del clero en las enseñanzas firmes y claras de la moral cristiana y de los mandamientos. A la confusión reinante en las mentes y en los corazones porque desconocen el catecismo básico y sus enseñanzas, se suman en general la falta de sacramentos en los jóvenes, (como la confesión y la comunión) que les impide tener el alimento sobrenatural para combatir las tentaciones). A esto se suma la falta de devoción a la Virgen y el sentido que tienen para la persona humana el defender los principios que arman toda la arquitectura del orden moral que derivan de la ley de Dios.







LA CASTIDAD

La castidad es la virtud que “robustece la voluntad para resistir las concupiscencias desordenadas muy vehementes” (1)

Dicho en otras palabras, es la virtud que gobierna y modera el deseo del placer sexual según los principios de la ley natural, de la ley de Dios y del respeto hacia el otro. Es el hábito de usar del sexo correctamente, moderando y ordenando las apetencias sexuales para que sean razonables. La lujuria es el goce desordenado de las mismas, separándolas de las finalidades de la procreación y de la unión dentro del matrimonio, (único ámbito lícito de la sexualidad según la ley de Dios).

Por medio de la castidad, (hija de la templanza y de la fortaleza), la persona adquiere dominio de su sexualidad, integrándola a una personalidad sana, equilibrada y madura y la prepara para el amor. La castidad no es la negación de lo sexual sino el dominio de sí, de la capacidad de orientar el instinto sexual al servicio del amor y de integrarlo al desarrollo de la persona. Supone un esfuerzo que fortalece el carácter y la voluntad, entrena a la persona en el sacrificio y el renunciamiento y forma su personalidad en el sentido del deber, purificando el amor y elevándolo, aumentando la energía física y moral y dando mayor rendimiento a la persona en el deporte, en el trabajo y en el estudio, preparándolo para el amor conyugal.

Es un trabajo eminentemente personal, e implica una educación desde la niñez a la cual toda persona tiene derecho. En la vida hay que entrenarse a hacer esfuerzos cuando no hace falta para saber esforzarse cuando haga falta. El que no aprende a privarse de lo lícito, no sabrá privarse de lo ilícito cuando le sea necesario. Le faltará carácter, porque no habrá entrenado su espíritu para el combate. “La maduración psicológica es un trabajo de toda la vida. Consiste en forjar una voluntad capaz de aferrarse al bien a pesar de las grandes dificultades. Así como los padres se preocupan de ayudar a sus hijos a lograr esta maduración, también el novio debe ayudar a su novia, (y viceversa), y el esposo a su esposa. El trabajo sobre la castidad es esencial para ello; porque es una de las principales fuentes de tentaciones para el hombre; consecuentemente es uno de los principales terrenos donde se ejercita el dominio de sí. Quien no trabaja en esto no sólo es un impuro sino que puede llegar a ser un hombre o una mujer despersonalizados, sin carácter”. (2) “Ya vimos en su momento los planes de Dios respecto al hombre y a la mujer. Una vez creados a su imagen y semejanza, hombre y mujer, y de unirlos en matrimonio, les da un encargo preciso: “Creced y multiplicaos” (Gén,1,28) revelándose así el sentido, la finalidad, el por qué de la sexualidad humana. De la unión marital, del amor humano, nacen todas las generaciones humanas. Este es el dato no solo biológico, real, histórico, sino también revelado. Las cosas son así, desde el hombre - desde la naturaleza- y desde Dios. Todo bautizado está llamado a la castidad. La castidad implica un aprendizaje del dominio de sí - obra que dura toda la vida y está orientada al don de sí mismo- que es una pedagogía de la libertad humana. La alternativa es clara: o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado.” (3)
La castidad, (ayudada desde la infancia por la educación de las virtudes menores de la modestia y del pudor en el lenguaje, en la vestimenta y en los usos y costumbres de la vida diaria), tiene que ver con lo que se lee, con lo que se ve, con lo que se habla, con lo que se enseña, con lo que se corrige y lo que no, siéndonos necesaria en todos los estados de la vida.

Los solteros están llamados a practicar la castidad en la continencia mutua, rechazando cualquier placer sexual desordenado y consentido, defendiendo y educando el propio corazón, ayudándose y cumpliendo el sexto mandamiento: “No cometer actos impuros” y el noveno: “No codiciar la mujer de tu prójimo”. Los novios especialmente deben abstenerse de las relaciones prematrimoniales como una preparación para lograr la madurez y la castidad en el matrimonio. Deben a su vez hablar profunda y seriamente estos temas durante el noviazgo, para que el matrimonio después no sea una guerra.
“Me dirás: Estos mandamientos están en sexto y noveno lugar, ¿Son tan importantes?. Te contesto: Es verdad que están en el sexto y noveno lugar por razón de la gravedad de los mismos. Es más grave la apostasía y la blasfemia que la impureza. Pero también hay que leer los mandamientos de abajo para arriba, no atendiendo a la gravedad moral sino al sustento, o al cimiento de los más importantes. Los mandamientos que están ubicados numéricamente después son los que sostienen a los principales. No se da el orden sobrenatural sin el orden natural. No se dan, o se dan muertas, las virtudes teologales sin las morales”. (4)

Este combate tiene una raíz de error profunda, como lo explica muy bien en las “Cartas del diablo a su sobrino” el experimentado diablo a su inexperto sobrino para perder a las almas: “Gran parte de la resistencia moderna a la castidad procede de la creencia de que los hombres son “propietarios” de sus cuerpos... Es como si un infante a quien su padre ha colocado, por cariño, como gobernador de una gran provincia, bajo el mando de sabios consejeros, llegase a imaginar que realmente son suyas las ciudades, los bosques y los maizales, del mismo modo que son suyos los ladrillos del suelo de su cuarto.” (5) Contrariamente a este concepto, la Iglesia enseña que los hombres son templos del Espíritu Santo y deben tratarlo como tal. “La educadora natural de la castidad debiera ser la familia. Pero la legislación del divorcio ha contribuido a debilitar el vínculo matrimonial y su consistencia social, alentando de hecho las conductas de infidelidad. Los jóvenes y hasta los niños son iniciados e impulsados a comportamientos eróticos o sexuales prematuros y perversos. La familia ha visto disminuida su autoridad y su capacidad formativa y educativa de las nuevas generaciones por múltiples factores: laboral, social, económico, legal, (recortes de la patria potestad y adelanto de la mayoría de edad), escolar, cultural. Los educadores sexuales son hoy, de hecho, los medios de comunicación y hasta la escuela, (laica y atea desde 1884 por la ley 1420 del gobierno de Roca), que quiere convencer a los padres de que ellos no saben lo necesario para enseñar a sus hijos y que deben delegar el ejercicio de ese derecho natural e inalienable.

En cuestiones sexuales la adolescencia y preadolescencia son las edades de la curiosidad, más que de la pasión, y mucho menos del amor verdadero, que es el generoso, el amor que es capaz de olvidarse de sí mismo para pensar y buscar el bien del otro. El resultado de esto es que las relaciones prematrimoniales entre adolescentes no son actos de amor, sino la mayor parte de las veces de curiosidad y de instrumentación del otro a la búsqueda de sí mismo, en la que está embarcado el adolescente y el joven debido a su edad y al proceso de descubrimiento de sí mismo. Son también actos de irresponsabilidad respecto de su propio cuerpo, y del hijo que ya son capaces de engendrar, pero aún no son capaces de recibir ni de educar ni de sostener y sustentar. El que peca contra uno solo de los mandamientos está, en realidad, pecando contra todos... Así, por ejemplo, la joven que permite que se inflame la pasión de su novio, contribuye a encenderla y por fin condesciende. Así el novio que induce a su novia a mantener relaciones sexuales prematrimoniales pretextando que debe darle una prueba de amor. Faltan directamente contra la virtud de la castidad y contra el sexto mandamiento, pero también faltan, indirectamente, contra los demás mandamientos y virtudes.

Pecan contra la piedad familiar porque generan enormes sufrimientos a sus padres y familiares, pecan contra el quinto mandamiento porque incitan a otros al pecado mortal, pecan contra la justicia porque arriesgan de traer al mundo una criatura cuyo derecho natural de tener una familia estable con padre y madre no se respetará etc. “ (6) “A veces, las relaciones prematrimoniales dan amargos frutos, a largo plazo, dentro del matrimonio. Cuando surgen las tensiones y conflictos de pareja, las relaciones sexuales mantenidas antes del matrimonio pueden ser fuente de rencores o reproches. Unas veces puede ser ella la que le reprocha a él que le haya exigido la prueba de amor antes de tiempo. Otras veces puede ser él quien reprocha a ella que se le entregó para atarlo. Con los años, las semillas de mentira o de insinceridad que se mezclaron con el trigo del noviazgo, crecen como cizaña que infecta la amistad matrimonial y puede llegar a sofocarla.

Las relaciones sexuales entre adolescentes, a veces púberes, tienen lugar por curiosidad más que por pasión, ni que digamos por amor altruista. Otras veces el motivo es de orden social, “para hacer lo que todos” o “para no ser el único que aún no lo hizo”. Hay, a esa edad, un uso o instrumentación del otro y de su cuerpo. Y no siempre lo que se averigua movido por la curiosidad, contribuye a hacer feliz. La promesa del conocimiento funciona aquí como tentación, a semejanza de la tentación del paraíso... la desilusión y las frustraciones de este tipo se mantienen en secreto, mientras que la propaganda para inducir a los jóvenes a las relaciones prematrimoniales, se bocinea. Los pedazos se recogen en secreto o se barren bajo la alfombra. Para los que están habituados a recoger los pedazos y enterrar a los muertos, el mítico: “está bien con tal de que sea por amor”, haría reír si no fuese porque hace llorar. Y lo más triste es que ese mito lo repiten en forma irresponsable algunos padres, muchos educadores, religiosas y hasta sacerdotes en el confesionario. No hay peores ciegos que los que no quieren ver. Y éstos arrastran consigo a la fosa a los que guían y pretenden conducir”. ( 7)

Los casados. Las personas casadas también están llamadas a vivir la castidad matrimonial usando correctamente el sexo con su propio cónyuge, rechazando placeres sexuales individuales y con personas distintas del propio cónyuge. “El estado matrimonial no significa una patente de libre curso para relaciones egoístas de lujuria de una parte o de ambas. El matrimonio debe precisamente contribuir, por la gracia del sacramento, a curar la herida de la concupiscencia en la naturaleza. Siendo el hombre el que padece más fuertemente el embate del deseo sexual y más expuesto está a la lujuria, (tanto en el noviazgo como en el matrimonio), es la mujer la llamada a ayudarlo a lograr el autodominio que lo hace verdaderamente hombre, y le permite integrar su personalidad de varón mediante la virtud de la castidad. La regulación de la natalidad representa uno de los aspectos de la paternidad y la maternidad responsables. La legitimidad de las intenciones de los esposos no justifica el recurso a medios moralmente reprobables, (la esterilización directa, la contracepción). Aquí tiene su lugar la virtud de la castidad matrimonial que, dominando la pasión, libra de la lujuria y profundiza aún más la amistad matrimonial.” ( 8)

La práctica de la castidad nos hará falta como entrenamiento ya que, en casos extremos de la vida tal vez nos tocará vivir situaciones que nos serán impuestas, como una enfermedad o accidente de un cónyuge que lo confine a una silla de ruedas y el otro deba permanecerle fiel en total abstinencia, por un viaje por motivos de trabajo en el caso de un marino, años de cárcel etc.

En los consagrados la virginidad o celibato apostólico es la manera de dedicarse a Dios sólo con el corazón indiviso, como la perla y una de las mayores glorias de la Iglesia Católica, por parte de quienes están dispuestos a ofrecerlo en favor de una entrega superior a Jesucristo y a su misión en la Iglesia. Este lenguaje no puede someterse al común de los mortales ya que Nuestro Señor Jesucristo anunció en el Evangelio que sólo que unos pocos lo entenderían. “Hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el reino de los cielos. El que pueda entender que entienda.” (Mat 19,11). Estamos hablando de una instancia superior de la vida. El voto de castidad nace de la entrega voluntaria a Dios y dedicarse a extender Su Reino con un corazón indiviso. Es un amor que implica servir a los hijos de Dios y no a los propios. La castidad le dará una comunión más plena con Él, le asemejará a Cristo célibe. y su amor se potenciará liberándolo de los problemas que trae aparejado la formación de una familia. Por ejemplo, la renuncia a tantos compromisos, hasta del sustento material de los suyos. Si las preocupaciones desvelan a los padres, esto demuestra la cantidad de tiempo y preocupaciones que absorberían al sacerdote y religiosas y que tendrían que quitárselo al rebaño que Dios les ha encargado. Los consagrados por lo tanto tienen mayor responsabilidad para velar por su castidad. Todo su estilo de vida debe ser guiado especialmente por la prudencia para no exponerse a tentaciones cuyas caídas tendrán mayores consecuencias morales y de escándalo, ya que su consagración a Dios es pública.

San Agustín (siglo IV) tuvo en su juventud una dependencia desordenada con una mujer con la que convivía. El amor a la mujer con quien tuvo un hijo era natural, sólo que ilegítimo porque vivía en concubinato. Mientras la lujuria lo tenía preso, era simplemente Agustín, pero potencialmente también era “San” Agustín. Una vez que venció el llamado de la carne y respondió al llamado que Dios le hizo a una vida superior, se convirtió en el santo que todos conocemos.

“El amor cristiano tiene dos vocaciones, dos llamadas de Dios: uno a la vida consagrada y el otro al matrimonio. En la vida consagrada la sexualidad no se expresa genitalmente, sino que permanece como fuente de energía afectiva al servicio del amor a Dios y al prójimo, que se expresa en el apostolado y el servicio. Este amor engendra nuevas vidas en el sentido espiritual, pues a través del testimonio evangélico logra ganar nuevas almas para Cristo y Su Iglesia. En la vida matrimonial nuestra sexualidad sí se expresa genitalmente, además de espiritualmente, ya que los valores inherentes a ella son la expresión y renovación del amor conyugal, así como la transmisión generosa de la vida humana, vida que luego debe ser educada con esmero por los padres para que alcance la madurez humana y cristiana...De todo ello se deduce que la castidad no es simplemente una virtud
“privada”, sino que tiene evidentes implicaciones sociales. Si en una sociedad no se vive la castidad, antes y dentro del matrimonio, entonces aumentarán las fornicaciones, los adulterios, la anticoncepción, el aborto y, en consecuencia, los casos de enfermedades de transmisión sexual, incluyendo el SIDA, los corazones rotos (para los cuales no hay ningún preservativo que sirva, aunque a decir verdad, ninguno sirve tampoco para proteger del SIDA) así como niños sin papás.

El SIDA y las demás enfermedades de transmisión sexual, además de las secuelas de sufrimiento y muerte, traen consigo un enorme gasto social y económico (por supuesto a ningún enfermo se le debe dejar de atender). Los niños sin papás pueden llegar a convertirse con más facilidad en drogadictos y pandilleros. Más sufrimientos y más gastos (por supuesto, a los drogadictos y a los pandilleros también hay que ayudarlos).” (9).

Conocemos una anécdota ilustrativa sobre lo que acabamos de decir. Un campesino que encontró un huevo de cóndor en la montaña. Lo llevó a su casa y lo puso en el nido de las gallinas que estaban cluecas. Una vez nacidos los pollitos, el pichón de cóndor se criaba entre ellos, pero cada vez que veía volar aves a gran altura, el pichón de cóndor sentía una nostalgia infinita. Su genética le decía que había sido creado para volar a grandes alturas y no como las gallinas...

Esto explica que, cuando se nos lleva a pensar que hemos sido creados nada más que para tener sexo desde la adolescencia sin parar y hasta el hartazgo, se nos está tratando como a los pollitos, nacidos para dar apenas saltitos, y no como a los cóndores, nacidos para volara grandes alturas. El amor humano es noble, lícito y maravilloso pero dentro del marco pensado por Dios.

Hoy los jóvenes nos transmiten en su mayoría esa añoranza del haber podido volar a grandes alturas como habían sido llamados y a lo cual tenían derecho. Así como al cóndor se lo impidió el estar dentro del gallinero, la revolución anticristiana les corta las alas a millones y ahora, (con la educación sexual integral obligatoria en las escuelas), desde la infancia.

Paradójicamente la Iglesia, que es la única que acusa los malos comportamientos de la sociedad, luego se ocupa Ella sola de recoger los saldos que el pecado ha dejado en el alma y en el cuerpo de las personas y las cuida, pero primero les advirtió que no correspondía el comportamiento.


Inicio de la Vida

 Con todos los adelantos de la tecnología moderna, no debería quedar duda alguna (como ocurría a comienzos del siglo pasado) de que la vida humana empieza con la unión del óvulo y el espermatozoide en el tercio externo de las trompas de Falopio de la madre. Es sólo cuestión de tiempo para que el ser humano crezca y desarrolle todas sus capacidades y potencialidades en los siguientes nueve meses de vida (y el resto de años fuera del útero de la madre). La dignidad humana que Dios le dio el día de la fecundación es única, universal e irrenunciable, y acompañará al ser humano en todas las etapas de su vida. Por ello, siempre debe ser respetada y considerada como la fuente originaria de los llamados «derechos humanos».

La vida humana se inicia en el momento de la concepción
La dignidad del ser humano es única, universal e irrenunciable. Ésta es la base fundamental de los llamados «derechos humanos» y no una arbitraria definición judicial o legislación humana. Sólo en la medida en que las diferentes legislaciones de nuestros países sean un reflejo de la ley natural que se deriva de este Plan de Dios para nosotros, estaremos realmente haciendo del mundo un lugar más humano y divino. Todo hombre abierto a la verdad con la luz de la razón y la gracia de Dios puede llegar a descubrir en la ley natural escrita en su corazón (Cf. Rom 2,14-15) el valor sagrado de la vida humana desde su inicio hasta su término.
La Iglesia Católica siempre ha hablado claramente en la promoción y defensa de la vida humana. En el momento de la unión del óvulo materno con el espermatozoide paterno ocurre el proceso de fecundación. La ciencia ha demostrado que desde el momento de la fecundación, el cigoto (célula surgida de esta unión) combina los cromosomas del óvulo y el espermatozoide, creando una realidad completamente nueva. Sólo horas después de surgir, el cigoto comienza una intensa actividad celular de especialización, que permite determinar qué parte de esta microscópica realidad terminará convertida en el cerebro, el corazón, la columna vertebral o los músculos del nuevo ser humano. Sus dimensiones microscópicas no cambian el hecho de que este nuevo ser es un ser humano plenamente nuevo e independiente. Desde ese instante el nuevo ser ya es una unidad en cuerpo y alma, única e irrepetible, tiene toda la información genética necesaria para seguir desarrollándose hasta llegar a ser una persona adulta.
El Papa Juan Pablo II nos ha recordado en reiteradas ocasiones la inviolabilidad del derecho a la vida del ser humano inocente desde el momento de la concepción hasta la muerte. Este embrión humano no es un animal ni un simple conjunto de células. Tiene una dignidad especial: en primer lugar, porque Dios lo creó a su imagen y semejanza para ser el administrador de la creación (Gén 2,7); y en segundo lugar, porque el Señor Jesús, mediante el misterio de la Anunciación-Encarnación, se hizo hombre y elevó nuestra condición de creaturas a hijos de Dios. El pensador peruano Luis Fernando Figari lo explica con claridad en un texto titulado «La dignidad del hombre y los derechos humanos»: «La dignidad fundamental, y más aún fundante, del hombre proviene de ser la persona humana creada por Dios como interlocutor personal suyo e invitado a participar desde su estructura óntica en la dinámica creacional. Las palabras 'imagen y semejanza', a las que estamos tan acostumbrados, portan en sí la entrada al misterio de la dignidad humana (...) La dignidad de la creatura humana quedará aún más claramente manifestada por la irrupción del Verbo Eterno en el tronco humano, asumiéndolo y elevándolo, en un proceso misterioso e indescriptible en la magnitud de su grandeza». Esta dignidad del ser humano única, universal e irrenunciable, no puede ser negada o relativizada según las circunstancias sociales o el momento histórico que se viva.
El embrión humano es una unidad bio-psico-espiritual desde su concepción. Por ello, su cuerpo también debe ser respetado. Juan Pablo II recordaba enérgicamente a la Asociación Médica Mundial en 1983 que es preciso «tener presente la unidad de sus dimensiones corporal, afectiva, intelectual y espiritual». «Cada persona humana, en su singularidad absolutamente única, está constituida no sólo por su espíritu, sino también por su cuerpo. Así, en el cuerpo y por el cuerpo, se llega a la persona misma en su realidad concreta», agregó.
Las enseñanzas del Santo Padre hoy más que nunca necesitan repetirse: «El Evangelio del amor de Dios al hombre, el Evangelio de la Dignidad de la persona humana y el Evangelio de la Vida son un único e indivisible evangelio. 'Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos' (1 Jn 1,3): Anunciad el Evangelio de la Vida» (Evangelium Vitae 66).



VIDEOS SOBRE LOS VALORES DE LA CASTIDAD 
Y VIRGINIDAD.

EN ESTE VIDEO LLAMADO SEXO PARA CATOLICOS 
EXPLICA LOS VALORES  DE LA VIRGINIDAD Y CASTIDAD.

http://youtu.be/mVrUrK0q18Q


VIDEO CATOLICO SOBRE LA CASTIDAD, VIRGINIDAD , SEXUALIDAD ENTRE JOVENES , EL MATRIMONIO Y EL NOVIAZGO

http://youtu.be/2vpMvaKCw70




VIDEO DE LA SERIE DE TELEVISION PECADOS MORTALES BASADA EN LOS 7 PECADOS CAPITALES Y CON CASOS REALES MUESTRAN LO QUE PUEDE HACER LA LUJURIA EN UNA PERSONA CUANDO NO  SE PRACTICAN LOS VALORES Y CUANDO NO RESPETAS TU CUERPO E INTEGRIDAD NO SOLO TUYA SINO LA DE LOS DEMAS TAMBIEN ESTE VIDEO MUESTRA LAS CONSECUENCIAS DE NO PRACTICAR LOS VALORES

LUJURIA -PECADOS MORTALES

http://www.youtube.com/watch?v=74KuMUO6rHE&feature=share&list=PL349MP_zWTqOzn_zuGg_B1rSgl6RaQZDL



ORIENTACIONES PRACTICAS
112. Es tarea de los padres ser promotores de una auténtica educación de sus hijos en el amor, en las virtudes: a la generación primera de una vida humana en el acto procreativo debe seguir, por su misma naturaleza, la generación segunda, que lleva a los padres a ayudar al hijo en el desarrollo de la propia personalidad.
Por tanto, recordando de modo sintético cuanto se ha dicho hasta ahora y exponiéndolo en plan operativo, se hacen las siguientes recomendaciones.1
Recomendaciones a los padres y a los educadores
113. Se recomienda a los padres ser conscientes de su propio papel educativo y de defender y ejercitar este derecho-deber primario.2 De aquí se sigue que toda intervención educativa, relativa a la educación en el amor, por parte de personas extrañas a la familia, ha de estar subordinada a la aceptación por los padres y se ha de configurar no como una sustitución, sino como un apoyo a su actuación: en efecto, « la educación sexual, derecho y deber fundamental de los padres, debe realizarse siempre bajo su dirección solícita, tanto en casa como en los centros educativos elegidos y controlados por ellos ».3 No falta frecuentemente ni el conocimiento ni el esfuerzo por parte de los padres. Sin embargo, a veces, se encuentran muy solos, indefensos y con frecuencia culpabilizados. Tienen necesidad no sólo de comprensión, sino también de apoyo y de ayuda por parte de grupos, asociaciones e instituciones.
1. Recomendaciones para los padres
114. 1. Se recomienda a los padres asociarse con otros padres, no sólo con el fin de proteger, mantener o completar su misión de primeros educadores de sus hijos, especialmente en el área de la educación en el amor,4 sino también para contrarrestar formas dañosas de instrucción sexual y para garantizar que sus hijos se formen según los principios cristianos y en consonancia con su desarrollo personal.
115. 2. En el caso de que los padres reciban ayudas de otros en la educación al amor de los hijos, se les recomienda que se informen de manera exacta sobre los contenidos y las modalidades con que se imparte tal educación complementaria.5 Nadie puede obligar a los niños o a los jóvenes al secreto en relación con el contenido o al método de la instrucción impartida fuera de la familia.
116. 3. Se conocen las dificultades y, con frecuencia, la imposibilidad de los padres para participar plenamente en la instrucción suplementaria fuera de casa; se reivindica, sin embargo, el derecho a que sean informados sobre la estructura y los contenidos del programa. De todas maneras, nunca se les podrá negar el derecho a estar presentes durante el desarrollo de los encuentros.6
117. 4. Se recomienda a los padres seguir con atención cualquier forma de educación sexual que se imparte a los hijos fuera de casa, y retirarlos cuando no corresponda a sus principios.7 Esta decisión de los padres nunca deberá ser motivo de discriminación para los hijos.8 Por otra parte, los padres que retiran los hijos de dicha instrucción tienen el deber de darles una adecuada formación, apropiada al estado de desarrollo de cada niño o joven.
2. Recomendaciones a todos los educadores
118. 1. Dado que cada niño o joven ha de poder vivir la propia sexualidad en modo conforme a los principios cristianos, y por tanto ejercitando la virtud de la castidad, ningún educador —ni siquiera los padres— puede interferir tal derecho (cf. Mt 18, 4-7).9
119. 2. Se recomienda respetar el derecho del niño o del joven a ser informado adecuadamente por los propios padres acerca de las cuestiones morales y sexuales de manera que sea atendido su deseo de ser casto y formado en la castidad.10 Dicho derecho viene especificado, además, por la etapa de desarrollo del niño, por su capacidad de integrar la verdad moral con la información sexual y por el respeto a su serenidad e inocencia.
120. 3. Se recomienda respetar el derecho del niño o del joven a retirarse de toda forma de instrucción sexual impartida fuera de casa.11 Nunca han se ser penalizados ni discriminados por tal decisión ni ellos ni los demás miembros de su familia.
Cuatro principios operativos y normas particulares
121. A la luz de estas recomendaciones, la educación en el amor puede concretizarse en cuatro principios operativos.
122. 1. La sexualidad humana es un misterio sagrado que debe ser presentado según la enseñanza doctrinal y moral de la Iglesia, teniendo siempre en cuenta los efectos del pecado original.
Informado por la reverencia y el realismo cristiano, este principio doctrinal debe guiar toda actuación de la educación en el amor. En una época en que se ha eliminado el misterio de la sexualidad humana, los padres deben estar atentos, en su enseñanza y en la ayuda que otros les ofrecen, a evitar toda banalización de la sexualidad humana. Particularmente se debe mantener el respeto profundo de la diferencia entre hombre y mujer que refleja el amor y la fecundidad del Dios mismo.
123. Al mismo tiempo, en la enseñanza de la doctrina y de la moral católica acerca de la sexualidad, se deben tener en cuenta las consecuencias del pecado original, es decir, la debilidad humana y la necesidad de la gracia de Dios para superar las tentaciones y evitar el pecado. En tal sentido, se debe formar la conciencia de cada individuo de manera clara, precisa y en sintonía con los valores espirituales. La moral católica, sin embargo, no se limita a enseñar que es pecado y a evitarlo; se ocupa ante todo del crecimiento en las virtudes cristianas y del desarrollo de la capacidad del don de sí según la propia vocación de la persona.
124. 2. Deben ser presentadas a los niños y a los jóvenes sólo informaciones proporcionadas a cada fase del desarrollo individual.
Este principio de oportunidad según el momento ha sido expuesto al tratar de las diversas fases del desarrollo de los niños y los jóvenes. Los padres y cuantos les ayudan han de ser sensibles: a) a las diversas fases de desarrollo, particularmente aquellas de los « años de la inocencia » y de la pubertad, b) al modo en que cada niño o joven hace experiencia de las diversas etapas de la vida, c) a los problemas particulares asociados con estas etapas.
125. A la luz de este principio, cabe señalar la importancia de la elección del momento oportuno en relación a los problemas específicos.
a) En la última adolescencia, los jóvenes deben ser introducidos primero en el conocimiento de los indicios de fertilidad y luego en el de la regulación natural de la fertilidad, pero sólo en el contexto de la educación al amor, de la fidelidad matrimonial, del plan de Dios para la procreación y el respeto de la vida humana.
b) La homosexualidad no debe abordarse antes de la adolescencia a no ser que surja algún específico problema grave en una concreta situación.12 Este tema ha de ser presentado en los términos de la castidad, de la salud y de la « verdad sobre la sexualidad humana en su relación con la familia, como enseña la Iglesia ».13
c) Las perversiones sexuales, que son relativamente raras, no han de tratarse si no a través de consejos individuales, como respuesta de los padres a problemas verdaderos.
126. 3. No se ha de presentar ningún material de naturaleza erótica a los niños o a los jóvenes de cualquier edad que sean, ni individualmente ni en grupo.
Este principio de decencia salvaguardia la virtud de la castidad cristiana. Por ello, al comunicar la información sexual en el contexto de la educación al amor, la instrucción ha de ser siempre « positiva y prudente »,14 « clara y delicada ».15 Estas cuatro palabras, usadas por la Iglesia Católica, excluyen toda forma de contenido inaceptable de la educación sexual.16
Además, representaciones gráficas y reales del parto, por ejemplo en un film, aunque no sean eróticas, sólo podrán hacerse gradualmente, y en modo que no creen miedo o actitudes negativas hacia la procreación en las niñas y en las mujeres jóvenes.
127. 4. Nadie debe ser invitado, y mucho menos obligado, a actuar en modo que pueda ofender objetivamente la modestia o lesionar subjetivamente la propia delicadeza y el sentido de « su intimidad ».
Este principio de respeto al niño y al joven excluye toda forma impropia de involucrarles. Cabe señalar, entre otros, los siguientes métodos abusivos de educación sexual: a) toda representación « dramatizada », gestos o « funciones », que describen cuestiones genitales o eróticas; b) la realización de imagenes, diseños, modelos, etc. de este género; c) la petición de proporcionar informaciones personales acerca de asuntos sexuales17 o de divulgar informaciones familiares; d) los exámenes, orales o escritos, sobre cuestiones genitales o eróticas.
Los varios métodos particulares
128. Estos principios y normas pueden guiar a los padres, y a cuantos les ayudan, a hacer uso de los diversos métodos que parecen idóneos según la experiencia de padres y expertos. Pasamos a señalar estos métodos recomendados y a indicar también los principales métodos que hay que evitar, junto a las ideologías que los promueven o inspiran.
a) Métodos recomendados
129. El método normal y fundamental, propuesto ya en esta guía, es el diálogo personal entre los padres y los hijos, es decir, la formación individual en el ámbito de la familia. No es, en efecto, sustituible este diálogo confiado y abierto con los propios hijos, porque respeta no sólo las etapas del desarrollo sino también al joven como persona singular. Cuando los padres piden ayuda a otros, existen diversos métodos útiles que podrán ser recomendados a la luz de la experiencia de los padres y conforme a la prudencia cristiana.
130. 1. Como pareja, o como individuos, los padres pueden encontrarse con otros que están preparados en la educación al amor y beneficiarse de su experiencia y competencia, y estos proporcionarles libros y otros recursos aprobados por la autoridad eclesiástica.
131. 2. Los padres, no siempre preparados para afrontar ciertas problemáticas ligadas a la educación en el amor, pueden participar con los propios hijos en reuniones guiadas por personas expertas y dignas de confianza como, por ejemplo, médicos, sacerdotes, educadores. Por motivos de mayor libertad de expresión, en algunos casos, resultan aconsejables las reuniones sólo con las hijas o con los hijos.
132. 3. En ciertas ocasiones, los padres pueden encargar una parte de la educación en el amor a otra persona de confianza, si hay cuestiones que exijan una específica competencia o un cuidado pastoral en casos particulares.
133. 4. La catequesis sobre la moral puede desarrollarse por personas de confianza, poniendo particular atención a la ética sexual durante la pubertad y la adolescencia. Los padres han de interesarse en la catequesis moral que reciben sus hijos fuera del hogar y utilizarla como apoyo para su labor educativa; tal catequesis no debe comprender los aspectos más íntimos, biológicos o afectivos de la información sexual, que pertenecen a la formación individual en familia.18
134. 5. La formación religiosa de los mismos padres, en especial la sólida preparación catequética de los adultos en la verdad del amor, constituye la base de una fe madura que puede guiarlos en la formación de sus hijos.19 Tal catequesis permite no sólo profundizar en la comprensión de la comunidad de vida y de amor del matrimonio, sino aprender a comunicarse mejor con los propios hijos. Además, durante el proceso de esta formación en el amor de sus hijos, los padres obtendrán gran beneficio pues descubrirán que este ministerio de amor les ayuda a mantener « viva conciencia del "don", que continuamente reciben de los hijos ».20 Para capacitar a los padres a llevar a cabo su tarea educativa, puede ser de interés promover cursos de formación especial con la colaboración de expertos.
b) Métodos e ideologías que deben ser evitadas
135. Los padres deben prestar atención a los modos en que se transmite a sus hijos una educación inmoral, según métodos promovidos por grupos con posiciones e intereses contrarios a la moral cristiana.21 No es posible indicar todos los métodos inaceptables: se presentan solamente algunos más difundidos, que amenazan a los derechos de los padres y la vida moral de sus hijos.
136. En primer lugar los padres deben rechazar la educación sexual secularizada y antinatalista, que pone a Dios al margen de la vida y considera el nacimiento de un hijo como una amenaza. La difunden grandes organismos y asociaciones internacionales promotores del aborto, la esterilización y la contracepción. Tales organismos quieren imponer un falso estilo de vida en contra de la verdad de la sexualidad humana. Actuando a nivel nacional o provincial, dichos organismos buscan suscitar entre los niños y los jóvenes el temor con la « amenaza de la superpoblación », para promover así la mentalidad contraceptiva, es decir, una mentalidad « anti-vida »; difunden falsos conceptos sobre la « salud reproductiva » y los « derechos sexuales y reproductivos » de los jóvenes.22 Además, algunas organizaciones antinatalistas sostienen clínicas que, violando los derechos de los padres, ofrecen el aborto y la contracepción para los jóvenes, promoviendo la promiscuidad y el incremento de los embarazos entre las jóvenes. « Mirando hacia el año 2000, ?cómo no pensar en los jóvenes? ?Qué se les propone? Una sociedad constituida por cosas y no por personas; el derecho a hacer todo, desde la más tierna edad, sin límite alguno, pero con la mayor seguridad posible. Por otra parte, vemos que la entrega desinteresada de sí, el control de los instintos, el sentido de la responsabilidad son consideradas nociones pertenecientes a otra época ».23
137. El carácter inmoral del aborto, procurado quirúrgica o químicamente, antes de la adolescencia puede ser explicado gradualmente en los términos de la moral católica y de la reverencia por la vida humana.24
En relación con la esterilización y la contracepción, su exposición no se deberá realizar antes de la adolescencia y se desarrollará sólo en conformidad con la enseñanza de la Iglesia Católica.25 Se subrayarán los valores morales, espirituales y sanitarios de los métodos de la regulación natural de la fertilidad, indicando al mismo tiempo, los peligros y los aspectos éticos de los métodos artificiales. Se mostrará especialmente la sustancial y profunda diferencia existente entre los métodos naturales y los artificiales, tanto en relación con el proyecto de Dios sobre el matrimonio, como en cuanto a la « recíproca donación total de los cónyuges »26 y a la apertura a la vida.
138. En algunas sociedades existen asociaciones profesionales de educadores, consejeros y terapistas del sexo. Su trabajo se basa, no raramente, en teorías malsanas, privadas de valor científico y cerradas a una auténtica antropología, que no reconoce el verdadero valor de la castidad; por eso, los padres deberán cerciorarse con mucha cautela sobre la orientación de tales asociaciones, no confiándose por el tipo de reconocimiento oficial que hubieran recibido. El hecho de que su punto de vista se encuentra en contradicción con las enseñanzas de la Iglesia, se manifiesta no sólo en su modo de actuar, sino en sus publicaciones, ampliamente difundidas en diversos países.
139. Otro abuso tiene lugar cuando se imparte la educación sexual enseñando a los niños, también gráficamente, todos los detalles íntimos de las relaciones genitales. Este mal se da hoy con frecuencia con el fin de ofrecer una educación para el « sexo seguro », sobre todo en relación con la difusión del SIDA. En este contexto, los padres deben rechazar la promoción del llamado « safe sex » o « safer sex », una política peligrosa e inmoral, basada en la teoría ilusoria de que el preservativo (condón) pueda dar protección adecuada contra el SIDA. Los padres deben insistir en la continencia fuera del matrimonio y en la fidelidad en el matrimonio como la única verdadera y segura educación para la prevención de dicho contagio.
140. Otro método ampliamente utilizado, y a menudo igualmente dañoso, es la llamada « clarificación de los valores » . Los jóvenes son animados a reflexionar, clarificar y decidir las cuestiones morales con la máxima « autonomía » ignorando, sin embargo, la realidad objetiva de la ley moral en general, y descuidando la formación de las conciencias sobre los preceptos morales específicos cristianos, corroborados por el Magisterio de la Iglesia.27 Se infunde en los jóvenes la idea de que un código moral ha de ser algo creado por ellos mismos, como si el hombre fuera fuente y norma de la moral.
Este llamado método de clarificación de los valores obstaculiza la verdadera libertad y la autonomía de los jóvenes durante un período inseguro de su desarrollo.28 No sólo favorece en la práctica la opinión de la mayoría, sino que se coloca a los jóvenes ante situaciones morales complejas, lejanas de las normales elecciones éticas que deben afrontar, donde el bien o el mal se reconocen con facilidad. Este método tiende a aliarse estrechamente con el relativismo moral, estimulando la indiferencia respecto a la ley moral y el permisivismo.
141. Los padres han de prestar atención también a los modos con los cuales la instrucción sexual se inserta en el contexto de otras materias, sin duda útiles (por ejemplo: la sanidad y la higiene, el desarrollo personal, la vida familiar, la literatura infantil, los estudios sociales y culturales, etc.). En estos casos es más difícil controlar el contenido de la instrucción sexual. Dicho método de la inclusión es utilizado especialmente por quienes promueven la instrucción sexual en la perspectiva del control de los nacimientos o en los países donde el gobierno no respeta los derechos de los padres en este ámbito. Pero la misma catequesis quedará distorsionada si los vínculos inseparables entre la religión y moral fueran utilizados como pretexto para introducir en la instrucción religiosa informaciones sexuales, biológicas y afectivas, que sólo los padres han de dar según su prudente decisión en el propio hogar.29
142. Finalmente, es necesario tener presente, como orientación general, que todos los distintos métodos de educación sexual deben ser juzgados por los padres a la luz de sus principios y de las normas morales de la Iglesia, que expresan los valores humanos de la vida cotidiana.30 No deben olvidarse los efectos negativos que algunos métodos pueden producir en la personalidad de los niños y de los jóvenes.
La inculturación y la educación en el amor
143. Una auténtica educación en el amor debe tener en cuenta el contexto cultural en que viven los padres y sus hijos. Como una íntima unión entre la fe profesada y la vida concreta, la inculturación es una armonización entre la fe y la cultura, donde Cristo y su Evangelio tienen la precedencia absoluta sobre la cultura. « Porque transciende todo el orden de la naturaleza y de la cultura, la fe cristiana, por una parte, es compatible con todas las culturas, en lo que tienen de común con la recta razón y con la buena voluntad, y por la otra, es, en grado eminente, una energía dinámica de la cultura. Un principio ilumina las relaciones entre fe y cultura: la gracia respeta la naturaleza, la sana de las heridas del pecado, la corrobora y la eleva. La elección a la vida divina es la finalidad específica de la gracia, pero no puede realizarse sin que la naturaleza sea sanada y sin que la elevación al orden sobrenatural conduzca la naturaleza, en su propia línea, a una plenitud de realización ».31 Por tanto, nunca cabe justificar la educación sexual explícita y precoz de los niños en nombre de la prevalente cultura secularizada. Por otra parte, los padres deben educar a sus hijos para que sepan entender y, en lo necesario, enfrentarse con las fuerzas de cada cultura, para que sigan siempre el camino de Cristo.
144. En las culturas tradicionales, los padres no deben aceptar las prácticas contrarias a la moral cristiana, por ejemplo, en los ritos asociados con la pubertad, que a veces implican la introducción de los jóvenes en prácticas sexuales o actos contrarios a la integridad y dignidad de la persona como la mutilación genital de las jóvenes. Pertenece a las autoridades de la Iglesia, juzgar la compatibilidad de las costumbres locales con la moral cristiana. Las tradiciones de la modestia y del recato en materia sexual, que caracterizan las diversas sociedades, deben ser siempre respetadas. Al mismo tiempo, el derecho de los jóvenes a una adecuada información ha de ser mantenido. Además, se ha de respetar el papel particular de la familia en cada cultura,32 sin imponer ningún modelo occidental de educación sexual.
VIII
CONCLUSION
Asistencia a los padres
145. Existen diversos modos de ayudar y apoyar a los padres en el ejercicio del derecho-deber fundamental de educar a los propios hijos en el amor. Dicha asistencia no significa nunca privar a los padres ni disminuirles su propio derecho-deber formativo, que permanece « original y primario », « insustituible e inalienable ».33 Por esto, el papel de quienes ayudan a los padres es siempre a) subsidiario, puesto que la misión formativa de la comunidad familiar es siempre preferible, y b) subordinado, es decir, sujeto a la guía atenta y al control de los padres. Todos han de observar el orden justo de cooperación y colaboración entre los padres y quienes pueden ayudarles en su tarea. Es evidente que tal ayuda debe ser proporcionada principalmente a los padres y no a los hijos.
146. Quienes son llamados a ayudar a los padres en la educación al amor de sus hijos, han de estar dispuestos y preparados a enseñar en conformidad con la auténtica doctrina moral de la Iglesia Católica. Además, deben ser personas maduras, de buena reputación moral, fieles al propio estado cristiano de vida, casados o célibes, laicos, religiosos o sacerdotes. No sólo deben estar preparados en la materia de formación moral y sexual, sino ser sensibles a los derechos y al papel de los padres y de la familia, así como a las necesidades y los problemas de los niños y jóvenes.34 Así pues, a la luz de los principios y del contenido de esta guía, se deben situar « en el mismo espíritu que anima a los padres »;35 y, si los padres se creen preparados para impartir adecuadamente la educación sexual, no están obligados a aceptar dicha asistencia.
Fuentes válidas para la educación en el amor
147. El Pontificio Consejo para la Familia es consciente de la gran necesidad de material válido y específicamente preparado para los padres, de acuerdo con los principios ilustrados en la presente guía. Los padres dotados de la debida competencia y convencidos de estos principios, han de empeñarse en la preparación de tal material. Ofrecerán así la propia experiencia y sabiduría para ayudar a otros en la educación de sus hijos a la castidad. Los padres acogerán la ayuda y la vigilancia de la autoridad eclesiástica competente para promover el material adecuado y eliminar o corregir, lo que no está en consonancia con los principios antes ilustrados acerca la doctrina, los tiempos oportunos, el contenido y los métodos de dicha educación.36 Tales principios se aplican también a los medios modernos de comunicación social. Especialmente, este Pontificio Consejo confía en la obra de sensibilización y de apoyo a los padres por parte de las Conferencias Episcopales, para que sepan reclamar, donde sea necesario, frente los programas del Estado en este campo, el derecho y los ámbitos propios de la familia y los padres.
Solidaridad con los padres
148. En el cumplimiento de su ministerio de amor hacia los propios hijos, los padres deberían gozar del apoyo y la cooperación de los demás miembros de la Iglesia. Los derechos de los padres han de ser reconocidos, tutelados y mantenidos no sólo para asegurar la sólida formación de los niños y de los jóvenes, sino para garantizar el justo orden de cooperación y colaboración entre los padres y quienes pueden ayudarles en su tarea. Igualmente en las parroquias y otras formas de apostolado, el clero y los religiosos han de sostener y estimular a los padres en el esfuerzo por formar a los propios hijos. A su vez, los padres deben recordar que la familia no es la única o exclusiva comunidad formativa. Han de cultivar una relación cordial y activa con las personas que pueden ayudarles, sin olvidar nunca que sus propios derechos son inalienables.
Esperanza y confianza
149. Frente a los grandes retos para la castidad cristiana, los dones de naturaleza y gracia otorgados a los padres constituyen las bases más sólidas sobre las que la Iglesia forma a sus propios hijos. Gran parte de la formación en familia es indirecta, encarnada en un clima de amabilidad y ternura, que surge de la presencia y del ejemplo de los padres cuando su amor es puro y generoso. Si se tiene confianza en los padres para esta tarea de educación en el amor, se sentirán estimulados a superar los retos y problemas de nuestro tiempo con la fuerza de su amor.
150. El Pontificio Consejo para la Familia exhorta por tanto a los padres para que, convencidos del apoyo de Dios, tengan confianza en sus derechos y en sus deberes en orden a la educación de sus hijos, y la lleven a cabo con sabiduría y responsabilidad. En este noble deber, los padres han de poner siempre su confianza en Dios a través de la invocación al Espíritu Santo, el dulce Paráclito, dador de todos los bienes. Pidan la potente intercesión y protección de María Inmaculada, Virgen Madre del amor hermoso y modelo de la pureza fiel. Invoquen a San José, su esposo justo y casto, siguiendo su ejemplo de fidelidad y pureza de corazón.37 Apóyense los padres constantemente en el amor que ofrecen a sus hijos, un amor que « elimina todo temor », que « todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta » (1 Cor 13, 7). Dicho amor tiende y ha de ser orientado a la eternidad, hacia la eterna felicidad prometida por nuestro Señor Jesucristo a quienes le siguen: « Bienaventurados los puros de corazón, porque verán a Dios » (Mt 5, 8).
Ciudad del Vaticano, 8 diciembre 1995.

Alfonso Cardenal López Trujillo
Presidente del Pontificio Consejo
para la Familia

+ S. E. Mons. Elio Sgreccia
Secretario



BIBLIOGRAFIA


CATHOLIC. NET



PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA
SEXUALIDAD HUMANA:
VERDAD Y SIGNIFICADO
Orientaciones educativas en familia



VIDEOS DE PORTALES CATOLICOS EN YOUTUBE

VIDEO DE ID INVESTIGATION 

LOS TEMAS DE QUIEN SOY ? , COMO ME VEN LOS DEMAS ? , COMO ME VE DIOS Y COMO VEO A DIOS , Y LOS SIGNIFICADOS DE SEXUALIDAD, GENITALIDAD , SEXO Y ORIENTACION SEXUAL 
SON LOS TALLERES DEL I NIVEL LLAMADO KERIGMA DE LA ESCUELA DE FORMACION DE JOVENES LIDERES DE LA PASTORAL JUVENIL DE LA ARQUIDIOCESIS DE BUCARAMANGA.

AGRADECIMIENTOS

EL PRIMER AGRADECIMIENTO ES PARA DIOS Y LA SANTISIMA VIRGEN MARIA POR GUIAR CON SU ESPIRITU SANTO Y SABIDURIA ESTAS EDICIONES SOBRE SEXUALIDAD.

EL SEGUNDO AGRADECIMIENTO ES PARA TODOS LOS ORGANISMOS QUE APARECEN EN LA BIBLIOGRAFIA SIN ELLOS NO HUBIERA SIDO POSIBLE ESTA INVESTIGACION .

EL TERCER AGRADECIMIENTO ES PARA USTEDES POR LEER ESTOS ARTICULOS .

MUCHAS GRACIAS Y MUCHAS BENDICIONES 








CUARTA PARTE DE LA EDICION ESPECIAL DE SEXUALIDAD DE LA REVISTA JUVENIL LA ARMADURA DE DIOS

ANTI VALORES QUE ATENTAN CONTRA LA SEXUALIDAD 

En esta edicion veremos los anti valores y los valores para combatirlos

Uno de esos anti valores es la masturbacion que algunos dicen que es benefico para la salud, este concepto es totalmente erroneo .  esto hace que la persona con el tiempo sea  frigida en el caso de las mujeres y eyaculacion precoz en los hombres , el siguiente articulo del portal catolico catholic. net lo explica.

¿Es pecado masturbarse?
El fenómeno de la masturbación es un fenómeno común, estadísticamente común,
que no es lo mismo que normal
¿Es pecado masturbarse?
¿Es pecado masturbarse?
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que la masturbación

 “es la excitación voluntaria de los órganos genitales
 a fin de obtener un placer venéreo, incluso sin llegar al orgasmo”.

El fenómeno de la masturbación es un fenómeno común,

 estadísticamente común, que no es lo mismo que normal 
o frecuente desde el punto de vista estadístico, 
por lo que en muchos libros científicos se dice que es normal, 
pero esto no quiere decir que sea algo
 propio de correspondiente a la naturaleza humana.
 La masturbación suele tener el significado de fenómeno sustitutivo, 
intentando satisfacer así sus estímulos sexuales.

Desde el punto de vista médico, generalmente no tiene consecuencias físicas,

 sin embargo,
 debido a la angustia o ansiedad que se presenta en algunas 
de las personas que la practican se ha comprobado que pueden 
presentar algunos síntomas o malestares que sí tienen repercusiones físicas,
 como eyaculación precoz,
 impotencia o frigidez, entre otros
. La masturbación genera en la persona una sexualidad egocéntrica, 
si la persona se masturba frecuentemente, disminuye su incentivo
 para salir al exterior, es decir, va perdiendo habilidad para relacionarse con otros y de diálogo.

Algunos psicólogos señalan que cuando la masturbación se convierte en un hábito

 tiene algunos riesgos como: 
el riesgo de quedarse en un estadio narcisista, 
excesiva genitalización del sexo, utilizarlo como evasión
. Aclarando que es una acción desordenada, ya que al ser un acto individual 
y egocéntrico no corresponde a los requisitos de la sexualidad humana.
 La masturbación genera en la persona una sexualidad egocéntrica, 
si la persona se masturba frecuentemente, 
disminuye su incentivo para salir al exterior, es decir,
 va perdiendo habilidad para relacionarse con otros y de diálogo
. Se le llama también vicio solitario. Es un vicio que se adquiere y llega a ser esclavizante.

Produce seres replegados sobre sí mismos.

 Daña el carácter, conlleva distracción de espíritu,
 inconstancia, apatía, complejo de culpa, sentimiento de derrota y debilita la voluntad.
 Puede incluso llevar a una obsesión erótica, a estar pensando y deseando lo sensual,
 y esto va llenando a la persona de un amargo sentimiento de insatisfacción y de vacío; 
además se va volviendo una persona cada vez más egoísta,
 encerrada dentro de sí misma en una sensación de fracaso 
e incapacidad para dominar sus instintos sensuales.



De acuerdo al Catecismo de la Iglesia Católica, la masturbación es un acto intrínseca 

y gravemente desordenado. El uso deliberado de la facultad sexual 
fuera de las relaciones conyugales normales contradice a su finalidad, 
se cual fuere el motivo que lo determine. 
Así, el goce moral es buscado aquí al margen de la relación sexual requerida
 por el orden moral.
 Para emitir un juicio justo acerca de la responsabilidad moral de los sujetos
 ya para orientar la acción pastoral,
 ha de tenerse en cuenta la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos,
 el estado de angustia u otros factores psíquicos o sociales que pueden atenuar o
 tal vez reducir al mínimo la culpabilidad moral.



a) Para conocer su cuerpo: sobre todo en varones después de presentarse la polución nocturna.

 Psicológicamente no pasa nada. 
Y es por corto tiempo. Es decir, la misma adolescencia o impulso sexual empuja a tales actos.



b) Por ansiedad: Bajo estrés, presión, exceso de estímulos visuales, ante pérdida afectiva. Además, el influjo del ambiente social y de los compañeros, es decir, los libros, revistas, películas,

 espectáculos e informaciones sexuales que les llega por todos lados.



c) Por angustia y poco conocimiento de su propia dignidad: es decir, carencias afectivas,

 los fracasos escolares, el intento de conjurar la soledad y, naturalmente el egoísmo.



d) Por un trastorno psicológico: que en realidad la masturbación es el síntoma y no el problema.

 Como en el caso de las parafilias. En consecuencia de lo visto anteriormente,
 se puede concluir, que la masturbación es un pecado en sí, una falta moral grave.
 Es evidente que en la evolución sexual del hombre, y de modo más decisivo en la pubertad, 
una serie de influjos de orden físico
 y psicológico juegan un papel complejo en las fuerzas sexuales de la persona, 
que en ocasiones afectan seriamente a la advertencia y a la voluntariedad del acto .

LA MASTURBACIÓN

“La masturbación es la excitación voluntaria de los órganos genitales a fin de obtener un placer venéreo” (Cat 2352). Sobre la masturbación, “tanto el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una tradición constante, como el sentido moral de los fieles, ha afirmado sin ninguna duda que la masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado… Para emitir un juicio justo acerca de la responsabilidad moral de los sujetos y para orientar la acción pastoral, ha de tenerse en cuenta la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos, el estado de angustia y otros factores síquicos o sociales que reducen, o incluso anulan, la culpabilidad moral” (Cat 2352).

La Sagrada Congregación para la doctrina de la fe publicó un documento el 29-12-1975, titulado “Declaración sobre algunas cuestiones de ética sexual”. En él se dice:

“Con frecuencia, se pone en duda o se niega expresamente la doctrina tradicional, según la cual, la masturbación constituye un grave desorden moral. Se dice que la Sicología y la Sociología demuestran que se trata de un fenómeno normal de la evolución de la sexualidad, sobre todo, en los jóvenes…Tal opinión contradice la doctrina y práctica pastoral de la Iglesia. Las encuestas sociológicas pueden indicar la frecuencia de este desorden según los lugares, la población o las circunstancias que tomen en consideración. Pero, entonces, se constatan hechos. Y los hechos no constituyen un criterio que permita juzgar del valor moral de los actos humanos. La frecuencia del fenómeno ha de ponerse indudablemente en relación con la debilidad innata del hombre, pero también con la perdida del sentido de Dios, con la depravación de las costumbres, engendrada por la comercialización del vicio, con la licencia desenfrenada de tantos espectáculos y publicaciones, así como también con el olvido del pudor, custodio de la castidad”.

El problema de la masturbación está, sobre todo, en que cierra al hombre o a la mujer sobre sí mismos, buscando egoístamente su placer, lo que les va a causar problemas, cuando lleguen al matrimonio, pues seguirán buscando su propio placer sin importarle el otro, a quien pueden considerar como un objeto para su propio placer. La masturbación, al hacer egoísta al hombre, devalúa su personalidad, que debe estar abierta a todos, y lo va incapacitando para una vida de madurez y de auténtico amor a los demás.

Algunos autores han dicho que los que tienen el vicio de la masturbación se incapacitan para grandes ideales. Porque el peor daño de la masturbación es que ataca a la esencia de la personalidad y hace al ser humano débil de carácter y egoísta, buscando su propio placer sin pensar en los demás. Y un hombre con poca voluntad no vale nada. Será incapaz de ser fiel y de ser responsable con sus obligaciones familiares.

Por ello, tú ten un elevado concepto de la virtud de la pureza, de su belleza y de su fuerza de irradiación, porque es una virtud que hace honor al ser humano y que le capacita para un amor verdadero, desinteresado, generoso y respetuoso de los demás.

Lamentablemente, en muchos colegios, muchos profesores y sicólogos dicen a los alumnos que la masturbación es algo normal y que, por tanto, pueden masturbarse sin ningún problema. No te dejes convencer de estos malos educadores. Tú levanta tu mirada al cielo y pide ayuda para superar este vicio. No tengas miedo, todavía hay esperanzas para ti. Todo depende de tu fuerza de voluntad. Tú puedes superar este vicio como cualquier otra tentación contra la pureza. Mira los paisajes sin límites, los mares sin orillas, los cipreses, que miran siempre al cielo. Mira siempre al infinito, aspira siempre a los más alto y más profundo. No te des por satisfecho con cualquier cosa, cuando te queda por explorar el infinito de Dios.

No te detengas, toma siempre agua fresca y clara. Respira siempre aire puro. Piensa siempre en grande, soñando con grandes ideales. No te metas en el invernadero de una vida comodona, llena de placeres. No te dejes mover al compás de tus pasiones. Ten coraje para vivir puro y limpio. Revisa el rumbo, rectifica errores, supérate y dirige tu mirada hacia la eternidad. Dios cuenta contigo y te necesita para que seas un ejemplo de pureza y de alegría para los demás. Él cuenta contigo y todos esperamos mucho de ti. No dejes empobrecer tu alma con la masturbación y el egoísmo. Y sigue siempre adelante, luchando a brazo partido para conseguir la pureza que tanto necesitas. Canta y camina, como diría san Agustín. Buen viaje. Cristo te acompaña. No temas. Vive la alegría de ser libre y pon rumbo a las estrellas.



“Los que viven según la carne no pueden agradar
a Dios” (Rom 8,8).


otro de los antivalores que atentan contra nuestra sexualidad es la fornicacion .

LA FORNICACIÓN

La fornicación, o las relaciones sexuales entre personas no casadas, es un grave desorden moral. Dice el Catecismo de la Iglesia católica: “La fornicación es gravemente contraria a la dignidad de las personas y de la sexualidad humana, naturalmente ordenada al bien de los esposos, así como a la generación y educación de los hijos. Además, es un escándalo grave, cuando hay de por medio corrupción de menores” (Cat 2353).

“El acto sexual debe tener lugar exclusivamente en el matrimonio; fuera de éste, constituye siempre un pecado grave y excluye de la comunión sacramental” (Cat 2390).

Por eso, las uniones libres y matrimonios a prueba, al igual que la fornicación, ofenden la dignidad del matrimonio, destruyen la idea misma de la familia y debilitan el sentido de la fidelidad.

A este respecto, dice la Palabra de Dios: “El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Y voy a tomar los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una prostituta? De ningún modo. Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa un hombre, queda fuera de su cuerpo, pero el que fornica, peca contra su propio cuerpo ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que habita en vosotros y habéis recibido de Dios? Por tanto, no os pertenecéis. Glorificad a Dios en vuestro cuerpo” (1 Co 6,13-20).

“La fornicación y cualquier género de impureza ni siquiera se nombre entre vosotros… Pues habéis de saber que ningún fornicario o impuro tendrá parte en la heredad del reino de Cristo y de Dios”
(Ef 5,3-5).

De hecho, el acto matrimonial, sin matrimonio, es una contradicción. Dice el Dr. Le Moal: “Una relación sexual con una persona a la que no se hace el don completo de sí y con la que no se quiere tener hijos, no es un acto sexual normal, no es más que una masturbación”. De ahí que las relaciones sexuales sin entrega total, son algo gravemente desordenado. Se busca el placer, pero no se desean los hijos. Porque, como dicen algunos, una cosa es el sexo y otra cosa son los hijos. Por tanto, se distorsiona la unión fundamental del sexo con la generación de los hijos. Además, de hecho, la experiencia enseña que, muchísimas veces, se dan muchos embarazos no deseados en jóvenes por no usar anticonceptivos o por fallo de los mismos. Y de ahí viene lo más grave aún: el asesinato de millares de niños inocentes por sus propios padres, que no quieren asumir las consecuencias de sus actos y quieren evitar las complicaciones de tener un hijo no deseado. ¡Y cuántos millares de madres solteras hay en el mundo que no podrán dar a su hijo un hogar estable ni una relación normal con su verdadero padre!

Muchos jóvenes creen que, con tal de cuidarse, no hay problemas para tener relaciones sexuales con quien quieran y como quieran. Hablan de sexo seguro contra el sida, lo que es una gran mentira, pues hasta los mismos fabricantes de condones admiten un 10 al 20% de fallos, y muchas mujeres quedan embarazadas. Sin hablar de otros métodos que son abortivos y, por tanto, criminales directa o indirectamente.

¿Qué podemos decir de todos estos jóvenes “modernos” que se creen más hombres que los demás y, desde temprana edad, se sienten orgullosos de no ser vírgenes, porque van frecuentemente a los prostíbulos? ¡Cuántas enfermedades se adquieren en esos lugares! Ir a un prostíbulo es como jugarse la vida en la ruleta rusa. Nunca lo hagas.

Decía el Dr. Ziemssen7: “El médico, que aconseja a un hombre que vaya a un prostíbulo comete un crimen infame”. La ciencia no conoce ninguna enfermedad causada por la vida pura, en cambio, ¡cuántas enfermedades conseguidas por la vida licenciosa! ¡Cuántos padres de familia he conocido que han destruido sus hogares por el libertinaje sexual! Por esto mismo, decía el doctor y filósofo italiano Mantegazza: “He visto muchas personas agotadas y paralíticas a causa de excesos, puedo enumerar por lo menos 20 enfermedades que provienen de un modo de vivir licencioso, pero no he visto una sola enfermedad causada por la continencia8.

Sin embargo, algunos jóvenes se dejan convencer fácilmente por sus “amigos” y se dicen a sí mismos: Lo haré sólo una vez para probar. ¿Estás seguro que sólo será una sola vez? ¿Te tirarías del puente una sola vez para probar? ¿Tomarías un veneno solamente una vez para ver cómo te va?

En algunos ambientes “progres”, una joven, que es virgen con veinte años, parece una retrógrada. Lo moderno es tener sexo y saber evitar los hijos. Un amigo me contaba que, viajando en un autobús, estaba sentado junto a una señora que leía uno de los periódicos más importantes de Italia y se veía un artículo titulado: ¿Es normal que una joven sea todavía virgen a los veinte años? Y contaba el caso de un grupo de estudiantes de un liceo Milán, que habían hecho una fiesta para festejar la primera experiencia sexual de la única estudiante, que todavía era virgen con veinte años.

En un mundo como el nuestro, en que estamos invadidos de pansexualismo, no hay film o novela o canción en que no se hable del tema. Hasta para vender un coche o unos helados, se acude al cuerpo, casi desnudo, de una mujer.

Por eso, muchos jóvenes se dejan convencer y contagiar con la idea de que las experiencias sexuales prematrimoniales, no sólo son normales, sino necesarias para la madurez y la felicidad personal. Pero también hay jóvenes, que se van sintiendo hastiados de tanto sexo, que no da la felicidad, y buscan otras experiencias como alternativas. Unos, se van a la India para encontrar gurús y maestros espirituales, buscando en las religiones ancestrales esa verdad y paz que no han encontrado todavía. Otros caen en la droga o quizás en grupos violentos, que los van hundiendo cada vez más en el abismo de su propia infelicidad. Pero en USA, aunque parezca inexplicable, van surgiendo clubes de castidad, donde los jóvenes se comprometen a no tener relaciones sexuales hasta el matrimonio. Muchos de ellos no son vírgenes, pero desean una “segunda virginidad”. Ya son mas de 200.000 comprometidos a guardar la castidad hasta el matrimonio en más de 2.000 colegios. En algunos lugares, ya están haciendo marchas y reuniones masivas para propagar su idea y popularizar el orgullo de ser vírgenes y no avergonzarse de los que no piensan como ellos. Porque la abstinencia, antes del matrimonio, trae muchos beneficios, incluso para la salud.

Por eso, hay que recomendar a los jóvenes que tengan el ideal de la pureza. Solamente en el matrimonio puede haber una entrega total mutua y pueden entregarse mutuamente con toda la alegría de una entrega definitiva y para siempre. No se puede pensar en un matrimonio a prueba. No se puede rebajar el matrimonio a una experiencia pasajera o simplemente a una unión sin compromisos definitivos, pues eso sería una fornicación permanente.

En el noviazgo, los novios deben aprender a conocerse y amarse para no dar un paso equivocado para toda la vida. El filósofo alemán Herbert Marcuse habla de la “ética de la ternura”, es decir, aprender a darse cariño y ternura sin sexo. Porque el ser humano no es sólo cuerpo y genitalidad. Hay que aprender a amar con pequeños gestos llenos de cariño como una mirada, una sonrisa, un beso sincero sin apasionamiento, una caricia, un apretón de manos o simplemente inclinar la cabeza sobre la espalda del otro. Son pequeños gestos que van a fomentar el amor mutuo y construirán su futuro, porque una unión sexual sin amor no da la felicidad, un matrimonio sin amor no puede durar mucho tiempo; pero un amor profundo, aunque no hubiera sexo, seguirá dando sentido al matrimonio.

En resumidas cuentas, la fornicación es un desorden, porque falta el amor definitivo y la entrega total. Por eso, la Palabra de Dios nos dice: “la voluntad de Dios es vuestra santificación, que se abstengan de la fornicación y que cada uno sepa guardar su cuerpo en santidad y honor” (1 Tes 4,3-4).

Sin embargo, no todo está perdido para ti, aunque hayas caído en lo más bajo del infierno con tus libertinajes sexuales. Mientras hay vida, hay esperanza, Dios sigue confiando en ti. Acude a Él, pídele perdón y verás milagros en tu vida y cómo Dios te transforma de gusano en mariposa para que puedas volar con las alas de la pureza y vivir con una alegría nueva. Hay muchos santos que han sido grandes pecadores y Dios los transformó completamente. Piensa en santa María Magdalena, la prostituta de Magdala; en san Agustín, y en tantos otros santos como el buen ladrón.

Y ahora quiero hablarte de un caso concreto, escrito por un misionero italiano, que conoció a la protagonista. Dice así:

“Lucy Kafula, huérfana de padres, desde los 13 años se dedicó a la prostitución para poder sobrevivir y empezó a beber demasiado. A veces, venía a media noche a tocar mi puerta para poder tener un rincón donde dormir, pero no quería saber nada de la Iglesia. Hasta que a los 19 años descubrió que tenía el sida.

Un día, vino a buscarme y a decirme que quería bautizarse. La preparé yo mismo y, en una espléndida tarde, toda la Comunidad de Korogocho tuvo la alegría de ver a Lucy “salir del agua” como una nueva criatura. Lucy, transfigurada en el cuerpo y en el espíritu, resistió a su mal durante dos años con la sonrisa en los labios. La última misa, que celebré con ella presente fue el 13 de mayo de 1989. Lucy entonó el Magnificat. Ella lloraba de alegría, yo le toqué su cabeza con cariño y ella me sonrió. Al día siguiente ella murió, murió con la sonrisa en los labios. Para la Comunidad cristiana del lugar, permanece más viva que nunca, ella es la María de Korogocho”.


Si ella pudo ser feliz, a pesar de su pecado, tú también. Si ella pudo encontrar la alegría y la paz en Dios, tú también. Así que da los primeros pasos, acude a confesarte y pídele perdón a Dios. Di en este momento:




Jesús, perdóname
por todos mis pecados.
Quiero ser tu hijo
de verdad
y vivir contigo
una vida nueva.
Ven a mi corazón
y lléname de tu paz.
Quiero que,
a partir de ahora,
Tú seas el Señor
y el Rey de mi vida.
Te entrego mi vida,
mi mente, mi cuerpo
y mi alma
para que los limpies
con tu sangre bendita
y me hagas
un hombre nuevo,
puro y limpio para ti.
Amén.




hay otro anti valor que esta cogiendo auge el matar  , el aborto.

El don de la vida humana


        La Iglesia Católica condena el aborto. Es una posición que se ha mantenido a lo largo del tiempo. Por la trascendencia de esta reflexión para la mayoría católica del país, el editor del Gran Libro de la Sexualidad de Hoy, presenta una exposición de la doctrina católica en esa materia, tal como se expone en documentos de la Iglesia y desde la perspectiva de especialistas que se mantienen en una postura ortodoxa.
Para la Iglesia, la vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida.
La Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo aborto provocado. El aborto directo, es decir, querido como un fin o como un medio, es gravemente contrario a la ley moral, repite el magisterio eclesiástico.
En el siglo XX, la Iglesia ha reiterado a través de diversos pronunciamientos oficiales tal condena. Los pontífices y el Concilio Vaticano II repiten aquel magisterio. Además, la Iglesia reclama que las sociedades y los Estados respeten el derecho primario a la vida desde la concepción.

Leyes y aborto
En la instrucción "Donum Vitae", de 22 de febrero de 1987, se dice: "Los derechos inalienables de la persona deben ser reconocidos y respetados por parte de la sociedad civil y de la autoridad política. Estos derechos del hombre no están subordinados ni a los individuos ni a los padres, y tampoco son una concesión de la sociedad o del Estado: pertenecen a la naturaleza humana y son inherentes a la persona en virtud del acto creador que la ha originado. Entre esos derechos fundamentales es preciso recordar el derecho de todo ser humano a la vida y a la integridad física desde la concepción hasta la muerte.
Cuando una ley positiva priva a una categoría de seres humanos de la protección que el ordenamiento civil les debe, el Estado niega la igualdad de todos ante la ley. Cuando el Estado no pone su poder al servicio de los derechos de todo ciudadano, y particularmente de quien es más débil, se quebrantan los fundamentos mismos del Estado de derecho...El respeto y la protección que se han de garantizar, desde su misma concepción, a quien debe nacer, exige que la ley prevea sanciones penales apropiadas para toda deliberada violación de sus derechos".
Para la Iglesia, le embrión debe ser defendido en su integridad. Se consideran lícitas las intervenciones sobre el embrión "siempre que respeten la vida e integridad, que no lo expongan a riesgos desproporcionados, que tengan como fin su curación, la mejora de sus condiciones de salud o su supervivencia individual".

Fases evolutivas y fecundación*
Resumiendo los datos biológicos relacionados con la problemática que suscita el aborto, podríamos distinguir tres fases: a) La del germen, que comienza en el momento de la fecundación, unión del óvulo y el espermatozoide que al fundirse dan origen a la célula germinal, única e irrepetible, por su peculiar combinación cromosómica. Esta nueva realidad biológica, llamada zigoto, distinta ya de la que prestó la madre, implica un código genético que desplegará por su propia virtualidad intrínseca un proceso vital y psíquico hereditario. b) En segundo término se da la fase del embrión (desde la tercera a la octava semana), en que se desarrollan gradualmente los órganos y formas externas de un organismo en curso de desarrollo propiamente humano (entre la séptima y octavas semanas se pueden apreciar ya iniciados el cráneo, los ojos, las orejas -el electroencefalograma puede registrar, aunque mínima, una cierta actividad del cerebro-, cuerpo con sistema digestivo, corazón y sistema circulatorio, los brazos, las piernas, los dedos de los pies, etc.) c) La tercera fase es la del feto propiamente dicho: desde la octava semana hasta el nacimiento.
Si partimos del principio ético de la inviolabilidad de la vida humana, por el propio valor inminente que ésta tiene, con independencia de las circunstancias concretas que concurran en el sujeto viviente, hay que decir que el ser humano aparece como tal no solo con posterioridad a su nacimiento, sino aun en el claustro materno: de una manera corporáneamente perceptible en su período fetal, puesto que la diferencia del feto, incluso ya a partir del segundo mes, y el niño recién nacido es meramente cuantitativa, diferencia que disminuye progresivamente con el paso de las semanas de gestación. No hay diferencia cualitativa ni aun en el plano de su morfología orgánica; se trata de un ser humano, que puede ser directamente percibido como tal.

Valor desde el inicio
Pero tampoco hay un salto cualitativo en las fases anteriores, aunque la realidad somática no sea perceptible de esa forma: en la fase embriológica ya está esbozada la misma morfología, aunque de manera rudimentaria; incluso en relación con la primera fase se trata solo de una mera diferencia morfológica, pero en modo alguno cualitativa: el embrión y el germen, desde su fecundación, pertenecen a la especie humana por su origen, pro su composición y por su destino, por su radical autonomía biológica y hasta por el programa psicológico inscrito en su composición. No solo pertenecen a la especie humana, sino que predeterminan el desarrollo de un individuo humano concreto en un proceso lineal y continuo sin saltos cualitativos. Esto exige que sean valorados como etapas de un ser que está haciéndose hombre, aunque su estructura morfológica en su primera fase no sea plenamente significativa. La percepción visual no es la única fuente de conocimiento de la realidad; es imprescindible la reflexión convergente que ayuda a penetrar en el significado profundo a través de las primeras apariencias.
Es claro para la razón que el aborto, ya en la primera fase, es la supresión del proceso biológico de un ser que está en curso con todas las potencialidades humanas. La razón intuye un ser humano, sujeto del derecho fundamental a la vida, y la fe un persona, amada y llamada a al vida por Dios Padre. Tal realidad, aunque germinal, está enriquecida con un mensaje genético íntegramente humano y está impulsada por un dinamismo peculiar que, sin cambiar la cualidad de su ser, la conducirá en breve a una morfología plenamente humana y, por supuesto, a la manifestación de una persona completa.
Aunque en el proceso manifestativo de su personalización le falte por recorrer los necesarios estadios del camino, no es cuestión de negar su cualidad humana al mismo sujeto que comienza la marcha y tiene una ordenación intrínseca hacia el fin de esa plena personalización cuando esa persona aparezca a los ojos de todos, es decir, cuando la madre "la dé a luz". El hecho de haber llegado a la meta no la ha transformado en un "novum" irreconocible en su origen. Aunque no tenga todavía voz ni llanto perceptibles, es individualidad biológica, tiene un apetito natural de crecimiento y supone también una exigencia natural, no solo de respeto, sino de acompañamiento vital en su propia debilidad e indefensión. Si su morfología no presenta la imagen completa o su electroencefalograma no es, en ciertos momentos, el de un ser vivo, de ningún modo son equiparables estos signos a los de un cuerpo en descomposición cadavérica o a los de un cerebro muerto. Las situaciones son radicalmente distintas: espérese atentamente con ese instrumental de observación, y se comprobará, a no tardar, cómo en un caso señalan con más certeza aún el poder devastador de la muerte y en el otro el acceso a la perfección de la vida.
Por el argumento de equivalencia morfológica y, en definitiva, puramente materialista, para determinar el comienzo de la vida humana, se cae en el riesgo del maximalismo, al querer confrontar la realidad intrauterina del ser humano con el acabamiento de la estructura biológica, tal como la conocemos por nuestras relaciones experimentales interpersonales. Esto sería olvidar que el ser personal no se constituye solo por su realidad actual, sino también por el desarrollo de sus potencialidades, es decir por lo que llegará a ser desde la apertura interior de lo que ya es.
Es indubitable, pues, el carácter humano del germen. La biología nos asegura que ya esa célula-huevo posee un complemento cromosómico y un código genético propios de al especie humana, y un dinamismo interno que le llevará en su crecimiento ala configuración de un ser de morfología, anatomía y fisiología auténticamente humanas. La experimentación y los métodos biológicos positivos ponen punto final a esta línea. El momento de la animación y el concepto de persona están fuera de su competencia. Pertenecen a la reflexión de una antropología filosófica-teológica. Las ciencias naturales ofrecen las bases de una argumentación genética del todo consistente para afirmar su carácter humano y, por tanto, para señalar las exigencias de respeto a esa vida en curso. También brindan razones fisiológicas, que se van desvelando progresivamente: se le puede seguir la pista al embrión y al feto en el seno de la madre, fotografiándolo y analizando sus condicionamientos bioquímicos, y hasta se hace posible intervenir en sus mismos procesos fisiológicos con una medicina de aplicación intrauterina. 


La Iglesia y la anticoncepción
Cuando la sociedad y los medios de comunicación impulsan a los matrimonios a renunciar a su fecundidad, la Iglesia nos invita nuevamente a abrir el corazón a la fe.
La Iglesia y la anticoncepción
La Iglesia y la anticoncepción

El tema de la anticoncepción provoca no pocas críticas a la Iglesia católica. Muchos creen que la oposición del Papa y de los obispos al uso de los anticonceptivos es algo anticuado, o que va contra los derechos de la mujer, o que no responde al afecto y respeto que la Iglesia debería mostrar hacia todos sus hijos, también hacia aquellos que no comprenden la doctrina católica sobre este punto.

A pesar de las críticas, no son pocos los matrimonios que acogen esta enseñanza de la Iglesia. Unos, por verdadera convicción. Han estudiado, han reflexionado, han descubierto que en el uso de métodos anticonceptivos se da un desorden, se daña el respeto hacia el hombre o la mujer, se hiere la relación de pareja, se obstaculiza la confianza en la Providencia que es fundamental para la vida de todo cristiano. Son matrimonios que viven con serenidad su apertura a la llegada de nuevos hijos, que respetan el designio de Dios sobre la vida humana integral (cuerpo y alma, biología y espiritualidad, fecundidad sexual y amor pleno), sin manipular ni falsear aquellos actos de amor que unen a los esposos y que permiten el origen de cada nueva vida.

Otros respetan la doctrina católica pero sin llegar a comprenderla del todo. También estos católicos tienen su mérito, pues reconocen en la Iglesia la presencia de Cristo y la acción del Espíritu Santo. Saben que es parte de su vida cristiana el seguir los mandamientos de Dios y las indicaciones del Papa y de los obispos que están unidos al Papa. Reconocen que lo que dice la doctrina católica es lo mejor para ellos, aunque pueden sentir que no llegan a comprenderlo del todo, aunque tengan a veces miedo a la llegada de un hijo en un momento “no oportuno”, aunque sufran críticas o incomprensiones de otros. Pero quizá con un poco de esfuerzo puedan llegar a comprender por qué la Iglesia enseña, en este tema, una doctrina que se opone tanto a la mentalidad de este mundo.

En este sentido, es conveniente volver a leer los principales documentos donde se nos habla del matrimonio y donde se toca el tema de la anticoncepción. Tenemos esa estupenda encíclica de Pablo VI, la Humanae vitae. En ella descubrimos comprensión y respeto hacia el plan de Dios sobre el matrimonio, sin que se dejen de lado problemas reales de algunas parejas que ven conveniente espaciar o retrasar el nacimiento de los hijos con aquellos métodos naturales que respetan la moral católica. Tenemos también una exhortación apostólica de Juan Pablo II sobre la familia, la Familiaris consortio, en la que se habla de los males y errores que se producen con el uso de los anticonceptivos. Algunas partes de la encíclica Evangelium vitae (también de Juan Pablo II) expresan una clara denuncia de la mentalidad antivida que se esconde entre quienes promueven y fomentan la anticoncepción.

Estos y otros documentos eclesiales pueden ayudarnos a descubrir la belleza del matrimonio cuando se vive según el querer de Dios. De modo especial, permiten descubrir cómo algunas técnicas (píldoras anticonceptivas, uso de preservativos, esterilización, etc.) son contrarias al bien del matrimonio y a la propia fidelidad a nuestra fe cristiana porque tales técnicas van contra la apertura a la vida que debe caracterizar el acto sexual entre los esposos. Pero ayudarán mucho más a descubrir que un mandato negativo (no debemos usar anticonceptivos) se convierte en una invitación a descubrir lo positivo, la riqueza de la vida matrimonial que se basa en el respeto de todas las riquezas y potencialidades del esposo y de la esposa.

Cuando los esposos asumen esta riqueza y viven su donación mutua abiertos a la vida, entonces pueden descubrir maneras maravillosas para madurar en el amor. También cuando Dios permite (es siempre un don de Dios) el que se inicie una nueva vida, el que se produzca una nueva concepción. Tal vez no estaba esperada, incluso tal vez puede ser vista como poco oportuna. De nuevo la fe dará luz y energías para abrir los corazones a quien ya está en medio de los esposos, en el seno materno; a quien, como hijo, espera recibir ese amor que es el distintivo de los cristianos, la señal de esa plenitud humana de quien sabe acoger, dar, entregarse totalmente al otro. Más cuando ese otro es un hijo nacido como resultado del amor y de la felicidad que viene del vivir según Dios, en la Iglesia, con la confianza que nos da Jesucristo: “No tengáis miedo” (Mt 28, 10).

Sí: también los esposos pueden escuchar esa invitación del Señor. Cuando la sociedad y los medios de comunicación impulsan a muchos matrimonios a renunciar a su fecundidad, a adulterar incluso su amor a base de técnicas inmorales, la Iglesia nos invita nuevamente a abrir el corazón a la fe, a descubrir en cada nueva concepción un proyecto inmenso, un amor sin límites, una fidelidad y una esperanza para el futuro humano.

Lo recordaba Juan Pablo II en la Carta a las familias: “Así, pues, tanto en la concepción como en el nacimiento de un nuevo ser, los padres se hallan ante un «gran misterio» (Ef 5, 32). También el nuevo ser humano, igual que sus padres, es llamado a la existencia como persona y a la vida «en la verdad y en el amor». Esta llamada se refiere no sólo a lo temporal, sino también a lo eterno (...) El origen del hombre no se debe sólo a las leyes de la biología, sino directamente a la voluntad creadora de Dios: voluntad que llega hasta la genealogía de los hijos e hijas de las familias humanas. Dios «ha amado» al hombre desde el principio y lo sigue «amando» en cada concepción y nacimiento humano. Dios «ama» al hombre como un ser semejante a él, como persona. Este hombre, todo hombre, es creado por Dios «por sí mismo»” (Carta a las familias n. 9).

Colaboradores de Dios en su amor a los hombres: eso son los padres que se abren a la vida, que viven su paternidad responsable en el respeto lleno de confianza a la Iglesia de Dios. Colaboradores de Dios y padres buenos, capaces de encender lámparas de alegría en un mundo que necesita testigos del amor y la esperanza.