|
¿Es pecado
masturbarse? |
El Catecismo de la Iglesia Católica
nos dice que la masturbación
“es la excitación voluntaria de los órganos
genitales
a fin de obtener un placer venéreo, incluso sin llegar al
orgasmo”.
El fenómeno de la masturbación es un fenómeno común,
estadísticamente común, que no es lo mismo que normal
o frecuente desde el punto
de vista estadístico,
por lo que en muchos libros científicos se dice que es
normal,
pero esto no quiere decir que sea algo
propio de correspondiente a la
naturaleza humana.
La masturbación suele tener el significado de fenómeno
sustitutivo,
intentando satisfacer así sus estímulos sexuales.
Desde el
punto de vista médico, generalmente no tiene consecuencias físicas,
sin embargo,
debido a la angustia o ansiedad que se presenta en algunas
de las personas que
la practican se ha comprobado que pueden
presentar algunos síntomas o malestares
que sí tienen repercusiones físicas,
como eyaculación precoz,
impotencia o
frigidez, entre otros
. La masturbación genera en la persona una sexualidad
egocéntrica,
si la persona se masturba frecuentemente, disminuye su incentivo
para salir al exterior, es decir, va perdiendo habilidad para relacionarse con
otros y de diálogo.
Algunos psicólogos señalan que cuando la masturbación
se convierte en un hábito
tiene algunos riesgos como:
el riesgo de quedarse en
un estadio narcisista,
excesiva genitalización del sexo, utilizarlo como
evasión
. Aclarando que es una acción desordenada, ya que al ser un acto
individual
y egocéntrico no corresponde a los requisitos de la sexualidad
humana.
La masturbación genera en la persona una sexualidad egocéntrica,
si la
persona se masturba frecuentemente,
disminuye su incentivo para salir al
exterior, es decir,
va perdiendo habilidad para relacionarse con otros y de
diálogo
. Se le llama también vicio solitario. Es un vicio que se adquiere y
llega a ser esclavizante.
Produce seres replegados sobre sí mismos.
Daña
el carácter, conlleva distracción de espíritu,
inconstancia, apatía, complejo de
culpa, sentimiento de derrota y debilita la voluntad.
Puede incluso llevar a una
obsesión erótica, a estar pensando y deseando lo sensual,
y esto va llenando a
la persona de un amargo sentimiento de insatisfacción y de vacío;
además se va
volviendo una persona cada vez más egoísta,
encerrada dentro de sí misma en una
sensación de fracaso
e incapacidad para dominar sus instintos
sensuales.
De acuerdo al Catecismo de la Iglesia Católica, la
masturbación es un acto intrínseca
y gravemente desordenado. El uso deliberado
de la facultad sexual
fuera de las relaciones conyugales normales contradice a
su finalidad,
se cual fuere el motivo que lo determine.
Así, el goce moral es
buscado aquí al margen de la relación sexual requerida
por el orden moral.
Para
emitir un juicio justo acerca de la responsabilidad moral de los sujetos
ya para
orientar la acción pastoral,
ha de tenerse en cuenta la inmadurez afectiva, la
fuerza de los hábitos contraídos,
el estado de angustia u otros factores
psíquicos o sociales que pueden atenuar o
tal vez reducir al mínimo la
culpabilidad moral.
a) Para conocer su cuerpo: sobre todo
en varones después de presentarse la polución nocturna.
Psicológicamente no pasa
nada.
Y es por corto tiempo. Es decir, la misma adolescencia o impulso sexual
empuja a tales actos.
b) Por ansiedad: Bajo estrés,
presión, exceso de estímulos visuales, ante pérdida afectiva. Además, el influjo
del ambiente social y de los compañeros, es decir, los libros, revistas,
películas,
espectáculos e informaciones sexuales que les llega por todos
lados.
c) Por angustia y poco conocimiento de su propia
dignidad: es decir, carencias afectivas,
los fracasos escolares, el intento
de conjurar la soledad y, naturalmente el egoísmo.
d) Por un
trastorno psicológico: que en realidad la masturbación es el síntoma y no el
problema.
Como en el caso de las parafilias. En consecuencia de lo visto
anteriormente,
se puede concluir, que la masturbación es un pecado en sí, una
falta moral grave.
Es evidente que en la evolución sexual del hombre, y de modo
más decisivo en la pubertad,
una serie de influjos de orden físico
y psicológico
juegan un papel complejo en las fuerzas sexuales de la persona,
que en ocasiones
afectan seriamente a la advertencia y a la voluntariedad del
acto .
LA MASTURBACIÓN
“La masturbación es la excitación voluntaria de
los órganos genitales a fin de obtener un placer venéreo” (Cat 2352). Sobre la
masturbación, “tanto el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una tradición
constante, como el sentido moral de los fieles, ha afirmado sin ninguna duda que
la masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado… Para emitir un
juicio justo acerca de la responsabilidad moral de los sujetos y para orientar
la acción pastoral, ha de tenerse en cuenta la inmadurez afectiva, la fuerza de
los hábitos contraídos, el estado de angustia y otros factores síquicos o
sociales que reducen, o incluso anulan, la culpabilidad moral” (Cat
2352).
La Sagrada Congregación para la doctrina de la fe publicó un
documento el 29-12-1975, titulado “Declaración sobre algunas cuestiones de ética
sexual”. En él se dice:
“Con frecuencia, se pone en duda o se niega
expresamente la doctrina tradicional, según la cual, la masturbación constituye
un grave desorden moral. Se dice que la Sicología y la Sociología demuestran que
se trata de un fenómeno normal de la evolución de la sexualidad, sobre todo, en
los jóvenes…Tal opinión contradice la doctrina y práctica pastoral de la
Iglesia. Las encuestas sociológicas pueden indicar la frecuencia de este
desorden según los lugares, la población o las circunstancias que tomen en
consideración. Pero, entonces, se constatan hechos. Y los hechos no constituyen
un criterio que permita juzgar del valor moral de los actos humanos. La
frecuencia del fenómeno ha de ponerse indudablemente en relación con la
debilidad innata del hombre, pero también con la perdida del sentido de Dios,
con la depravación de las costumbres, engendrada por la comercialización del
vicio, con la licencia desenfrenada de tantos espectáculos y publicaciones, así
como también con el olvido del pudor, custodio de la castidad”.
El
problema de la masturbación está, sobre todo, en que cierra al hombre o a la
mujer sobre sí mismos, buscando egoístamente su placer, lo que les va a causar
problemas, cuando lleguen al matrimonio, pues seguirán buscando su propio placer
sin importarle el otro, a quien pueden considerar como un objeto para su propio
placer. La masturbación, al hacer egoísta al hombre, devalúa su personalidad,
que debe estar abierta a todos, y lo va incapacitando para una vida de madurez y
de auténtico amor a los demás.
Algunos autores han dicho que los que
tienen el vicio de la masturbación se incapacitan para grandes ideales. Porque
el peor daño de la masturbación es que ataca a la esencia de la personalidad y
hace al ser humano débil de carácter y egoísta, buscando su propio placer sin
pensar en los demás. Y un hombre con poca voluntad no vale nada. Será incapaz de
ser fiel y de ser responsable con sus obligaciones familiares.
Por ello,
tú ten un elevado concepto de la virtud de la pureza, de su belleza y de su
fuerza de irradiación, porque es una virtud que hace honor al ser humano y que
le capacita para un amor verdadero, desinteresado, generoso y respetuoso de los
demás.
Lamentablemente, en muchos colegios, muchos profesores y sicólogos
dicen a los alumnos que la masturbación es algo normal y que, por tanto, pueden
masturbarse sin ningún problema. No te dejes convencer de estos malos
educadores. Tú levanta tu mirada al cielo y pide ayuda para superar este vicio.
No tengas miedo, todavía hay esperanzas para ti. Todo depende de tu fuerza de
voluntad. Tú puedes superar este vicio como cualquier otra tentación contra la
pureza. Mira los paisajes sin límites, los mares sin orillas, los cipreses, que
miran siempre al cielo. Mira siempre al infinito, aspira siempre a los más alto
y más profundo. No te des por satisfecho con cualquier cosa, cuando te queda por
explorar el infinito de Dios.
No te detengas, toma siempre agua fresca y
clara. Respira siempre aire puro. Piensa siempre en grande, soñando con grandes
ideales. No te metas en el invernadero de una vida comodona, llena de placeres.
No te dejes mover al compás de tus pasiones. Ten coraje para vivir puro y
limpio. Revisa el rumbo, rectifica errores, supérate y dirige tu mirada hacia la
eternidad. Dios cuenta contigo y te necesita para que seas un ejemplo de pureza
y de alegría para los demás. Él cuenta contigo y todos esperamos mucho de ti. No
dejes empobrecer tu alma con la masturbación y el egoísmo. Y sigue siempre
adelante, luchando a brazo partido para conseguir la pureza que tanto necesitas.
Canta y camina, como diría san Agustín. Buen viaje. Cristo te acompaña. No
temas. Vive la alegría de ser libre y pon rumbo a las estrellas.
“Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (Rom 8,8).
otro de los antivalores que atentan contra nuestra sexualidad es la fornicacion .
LA FORNICACIÓN
La fornicación, o las relaciones sexuales entre
personas no casadas, es un grave desorden moral. Dice el Catecismo de la Iglesia
católica: “La fornicación es gravemente contraria a la dignidad de las
personas y de la sexualidad humana, naturalmente ordenada al bien de los
esposos, así como a la generación y educación de los hijos. Además, es un
escándalo grave, cuando hay de por medio corrupción de menores” (Cat
2353).
“El acto sexual debe tener lugar exclusivamente en el
matrimonio; fuera de éste, constituye siempre un pecado grave y excluye de la
comunión sacramental” (Cat 2390).
Por eso, las uniones libres y
matrimonios a prueba, al igual que la fornicación, ofenden la dignidad del
matrimonio, destruyen la idea misma de la familia y debilitan el sentido de la
fidelidad.
A este respecto, dice la Palabra de Dios: “El cuerpo no es
para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. ¿No sabéis
que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Y voy a tomar los miembros de
Cristo para hacerlos miembros de una prostituta? De ningún modo. Huid de la
fornicación. Cualquier pecado que cometa un hombre, queda fuera de su cuerpo,
pero el que fornica, peca contra su propio cuerpo ¿O no sabéis que vuestro
cuerpo es templo del Espíritu Santo, que habita en vosotros y habéis recibido de
Dios? Por tanto, no os pertenecéis. Glorificad a Dios en vuestro cuerpo” (1 Co
6,13-20).
“La fornicación y cualquier género de impureza ni siquiera se
nombre entre vosotros… Pues habéis de saber que ningún fornicario o impuro
tendrá parte en la heredad del reino de Cristo y de Dios” (Ef
5,3-5).
De hecho, el acto matrimonial, sin matrimonio, es una
contradicción. Dice el Dr. Le Moal: “Una relación sexual con una persona a la
que no se hace el don completo de sí y con la que no se quiere tener hijos, no
es un acto sexual normal, no es más que una masturbación”. De ahí que las
relaciones sexuales sin entrega total, son algo gravemente desordenado. Se busca
el placer, pero no se desean los hijos. Porque, como dicen algunos, una cosa es
el sexo y otra cosa son los hijos. Por tanto, se distorsiona la unión
fundamental del sexo con la generación de los hijos. Además, de hecho, la
experiencia enseña que, muchísimas veces, se dan muchos embarazos no deseados en
jóvenes por no usar anticonceptivos o por fallo de los mismos. Y de ahí viene lo
más grave aún: el asesinato de millares de niños inocentes por sus propios
padres, que no quieren asumir las consecuencias de sus actos y quieren evitar
las complicaciones de tener un hijo no deseado. ¡Y cuántos millares de madres
solteras hay en el mundo que no podrán dar a su hijo un hogar estable ni una
relación normal con su verdadero padre!
Muchos jóvenes creen que, con tal
de cuidarse, no hay problemas para tener relaciones sexuales con quien quieran y
como quieran. Hablan de sexo seguro contra el sida, lo que es una gran mentira,
pues hasta los mismos fabricantes de condones admiten un 10 al 20% de fallos, y
muchas mujeres quedan embarazadas. Sin hablar de otros métodos que son abortivos
y, por tanto, criminales directa o indirectamente.
¿Qué podemos decir de
todos estos jóvenes “modernos” que se creen más hombres que los demás y, desde
temprana edad, se sienten orgullosos de no ser vírgenes, porque van
frecuentemente a los prostíbulos? ¡Cuántas enfermedades se adquieren en esos
lugares! Ir a un prostíbulo es como jugarse la vida en la ruleta rusa. Nunca lo
hagas.
Decía el Dr. Ziemssen7: “El médico, que aconseja a un hombre que
vaya a un prostíbulo comete un crimen infame”. La ciencia no conoce ninguna
enfermedad causada por la vida pura, en cambio, ¡cuántas enfermedades
conseguidas por la vida licenciosa! ¡Cuántos padres de familia he conocido que
han destruido sus hogares por el libertinaje sexual! Por esto mismo, decía el
doctor y filósofo italiano Mantegazza: “He visto muchas personas agotadas y
paralíticas a causa de excesos, puedo enumerar por lo menos 20 enfermedades que
provienen de un modo de vivir licencioso, pero no he visto una sola enfermedad
causada por la continencia” 8.
Sin embargo, algunos
jóvenes se dejan convencer fácilmente por sus “amigos” y se dicen a sí mismos:
Lo haré sólo una vez para probar. ¿Estás seguro que sólo será una sola vez? ¿Te
tirarías del puente una sola vez para probar? ¿Tomarías un veneno solamente una
vez para ver cómo te va?
En algunos ambientes “progres”, una joven, que
es virgen con veinte años, parece una retrógrada. Lo moderno es tener sexo y
saber evitar los hijos. Un amigo me contaba que, viajando en un autobús, estaba
sentado junto a una señora que leía uno de los periódicos más importantes de
Italia y se veía un artículo titulado: ¿Es normal que una joven sea todavía
virgen a los veinte años? Y contaba el caso de un grupo de estudiantes de un
liceo Milán, que habían hecho una fiesta para festejar la primera experiencia
sexual de la única estudiante, que todavía era virgen con veinte años.
En
un mundo como el nuestro, en que estamos invadidos de pansexualismo, no hay film
o novela o canción en que no se hable del tema. Hasta para vender un coche o
unos helados, se acude al cuerpo, casi desnudo, de una mujer.
Por eso,
muchos jóvenes se dejan convencer y contagiar con la idea de que las
experiencias sexuales prematrimoniales, no sólo son normales, sino necesarias
para la madurez y la felicidad personal. Pero también hay jóvenes, que se van
sintiendo hastiados de tanto sexo, que no da la felicidad, y buscan otras
experiencias como alternativas. Unos, se van a la India para encontrar gurús y
maestros espirituales, buscando en las religiones ancestrales esa verdad y paz
que no han encontrado todavía. Otros caen en la droga o quizás en grupos
violentos, que los van hundiendo cada vez más en el abismo de su propia
infelicidad. Pero en USA, aunque parezca inexplicable, van surgiendo clubes de
castidad, donde los jóvenes se comprometen a no tener relaciones sexuales hasta
el matrimonio. Muchos de ellos no son vírgenes, pero desean una “segunda
virginidad”. Ya son mas de 200.000 comprometidos a guardar la castidad hasta el
matrimonio en más de 2.000 colegios. En algunos lugares, ya están haciendo
marchas y reuniones masivas para propagar su idea y popularizar el orgullo de
ser vírgenes y no avergonzarse de los que no piensan como ellos. Porque la
abstinencia, antes del matrimonio, trae muchos beneficios, incluso para la
salud.
Por eso, hay que recomendar a los jóvenes que tengan el ideal de
la pureza. Solamente en el matrimonio puede haber una entrega total mutua y
pueden entregarse mutuamente con toda la alegría de una entrega definitiva y
para siempre. No se puede pensar en un matrimonio a prueba. No se puede rebajar
el matrimonio a una experiencia pasajera o simplemente a una unión sin
compromisos definitivos, pues eso sería una fornicación permanente.
En el
noviazgo, los novios deben aprender a conocerse y amarse para no dar un paso
equivocado para toda la vida. El filósofo alemán Herbert Marcuse habla de la
“ética de la ternura”, es decir, aprender a darse cariño y ternura sin sexo.
Porque el ser humano no es sólo cuerpo y genitalidad. Hay que aprender a amar
con pequeños gestos llenos de cariño como una mirada, una sonrisa, un beso
sincero sin apasionamiento, una caricia, un apretón de manos o simplemente
inclinar la cabeza sobre la espalda del otro. Son pequeños gestos que van a
fomentar el amor mutuo y construirán su futuro, porque una unión sexual sin amor
no da la felicidad, un matrimonio sin amor no puede durar mucho tiempo; pero un
amor profundo, aunque no hubiera sexo, seguirá dando sentido al
matrimonio.
En resumidas cuentas, la fornicación es un desorden, porque
falta el amor definitivo y la entrega total. Por eso, la Palabra de Dios nos
dice: “la voluntad de Dios es vuestra santificación, que se abstengan de la
fornicación y que cada uno sepa guardar su cuerpo en santidad y honor” (1
Tes 4,3-4).
Sin embargo, no todo está perdido para ti, aunque hayas
caído en lo más bajo del infierno con tus libertinajes sexuales. Mientras hay
vida, hay esperanza, Dios sigue confiando en ti. Acude a Él, pídele perdón y
verás milagros en tu vida y cómo Dios te transforma de gusano en mariposa para
que puedas volar con las alas de la pureza y vivir con una alegría nueva. Hay
muchos santos que han sido grandes pecadores y Dios los transformó
completamente. Piensa en santa María Magdalena, la prostituta de Magdala; en san
Agustín, y en tantos otros santos como el buen ladrón.
Y ahora quiero
hablarte de un caso concreto, escrito por un misionero italiano, que conoció a
la protagonista. Dice así:
“Lucy Kafula, huérfana de padres, desde los
13 años se dedicó a la prostitución para poder sobrevivir y empezó a beber
demasiado. A veces, venía a media noche a tocar mi puerta para poder tener un
rincón donde dormir, pero no quería saber nada de la Iglesia. Hasta que a los 19
años descubrió que tenía el sida.
Un día, vino a buscarme y a decirme que
quería bautizarse. La preparé yo mismo y, en una espléndida tarde, toda la
Comunidad de Korogocho tuvo la alegría de ver a Lucy “salir del agua” como una
nueva criatura. Lucy, transfigurada en el cuerpo y en el espíritu, resistió a su
mal durante dos años con la sonrisa en los labios. La última misa, que celebré
con ella presente fue el 13 de mayo de 1989. Lucy entonó el Magnificat. Ella
lloraba de alegría, yo le toqué su cabeza con cariño y ella me sonrió. Al día
siguiente ella murió, murió con la sonrisa en los labios. Para la Comunidad
cristiana del lugar, permanece más viva que nunca, ella es la María de
Korogocho”.
Si ella pudo ser feliz, a pesar de su pecado, tú
también. Si ella pudo encontrar la alegría y la paz en Dios, tú también. Así que
da los primeros pasos, acude a confesarte y pídele perdón a Dios. Di en este
momento:
Jesús, perdóname por todos mis pecados. Quiero ser tu hijo de
verdad y vivir contigo una vida nueva. Ven a mi corazón y lléname
de tu paz. Quiero que, a partir de ahora, Tú seas el Señor y el
Rey de mi vida. Te entrego mi vida, mi mente, mi cuerpo y mi alma
para que los limpies con tu sangre bendita y me hagas un hombre
nuevo, puro y limpio para ti. Amén.
hay otro anti valor que esta cogiendo auge el matar , el aborto.
El don de la vida humana
La Iglesia Católica condena el aborto. Es una posición que se ha
mantenido a lo largo del tiempo. Por la trascendencia de esta reflexión para la
mayoría católica del país, el editor del Gran Libro de la Sexualidad de Hoy,
presenta una exposición de la doctrina católica en esa materia, tal como se
expone en documentos de la Iglesia y desde la perspectiva de especialistas que
se mantienen en una postura ortodoxa. Para la Iglesia, la vida humana debe
ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción.
Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus
derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser
inocente a la vida. La Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo aborto
provocado. El aborto directo, es decir, querido como un fin o como un medio, es
gravemente contrario a la ley moral, repite el magisterio eclesiástico. En el
siglo XX, la Iglesia ha reiterado a través de diversos pronunciamientos
oficiales tal condena. Los pontífices y el Concilio Vaticano II repiten aquel
magisterio. Además, la Iglesia reclama que las sociedades y los Estados respeten
el derecho primario a la vida desde la concepción.
Leyes y aborto En la instrucción "Donum Vitae", de
22 de febrero de 1987, se dice: "Los derechos inalienables de la persona deben
ser reconocidos y respetados por parte de la sociedad civil y de la autoridad
política. Estos derechos del hombre no están subordinados ni a los individuos ni
a los padres, y tampoco son una concesión de la sociedad o del Estado:
pertenecen a la naturaleza humana y son inherentes a la persona en virtud del
acto creador que la ha originado. Entre esos derechos fundamentales es preciso
recordar el derecho de todo ser humano a la vida y a la integridad física desde
la concepción hasta la muerte. Cuando una ley positiva priva a una categoría
de seres humanos de la protección que el ordenamiento civil les debe, el Estado
niega la igualdad de todos ante la ley. Cuando el Estado no pone su poder al
servicio de los derechos de todo ciudadano, y particularmente de quien es más
débil, se quebrantan los fundamentos mismos del Estado de derecho...El respeto y
la protección que se han de garantizar, desde su misma concepción, a quien debe
nacer, exige que la ley prevea sanciones penales apropiadas para toda deliberada
violación de sus derechos". Para la Iglesia, le embrión debe ser defendido en
su integridad. Se consideran lícitas las intervenciones sobre el embrión
"siempre que respeten la vida e integridad, que no lo expongan a riesgos
desproporcionados, que tengan como fin su curación, la mejora de sus condiciones
de salud o su supervivencia individual".
Fases
evolutivas y fecundación* Resumiendo los datos biológicos
relacionados con la problemática que suscita el aborto, podríamos distinguir
tres fases: a) La del germen, que comienza en el momento de la fecundación,
unión del óvulo y el espermatozoide que al fundirse dan origen a la célula
germinal, única e irrepetible, por su peculiar combinación cromosómica. Esta
nueva realidad biológica, llamada zigoto, distinta ya de la que prestó la madre,
implica un código genético que desplegará por su propia virtualidad intrínseca
un proceso vital y psíquico hereditario. b) En segundo término se da la fase del
embrión (desde la tercera a la octava semana), en que se desarrollan
gradualmente los órganos y formas externas de un organismo en curso de
desarrollo propiamente humano (entre la séptima y octavas semanas se pueden
apreciar ya iniciados el cráneo, los ojos, las orejas -el electroencefalograma
puede registrar, aunque mínima, una cierta actividad del cerebro-, cuerpo con
sistema digestivo, corazón y sistema circulatorio, los brazos, las piernas, los
dedos de los pies, etc.) c) La tercera fase es la del feto propiamente dicho:
desde la octava semana hasta el nacimiento. Si partimos del principio ético
de la inviolabilidad de la vida humana, por el propio valor inminente que ésta
tiene, con independencia de las circunstancias concretas que concurran en el
sujeto viviente, hay que decir que el ser humano aparece como tal no solo con
posterioridad a su nacimiento, sino aun en el claustro materno: de una manera
corporáneamente perceptible en su período fetal, puesto que la diferencia del
feto, incluso ya a partir del segundo mes, y el niño recién nacido es meramente
cuantitativa, diferencia que disminuye progresivamente con el paso de las
semanas de gestación. No hay diferencia cualitativa ni aun en el plano de su
morfología orgánica; se trata de un ser humano, que puede ser directamente
percibido como tal.
Valor desde el
inicio Pero tampoco hay un salto cualitativo en las fases
anteriores, aunque la realidad somática no sea perceptible de esa forma: en la
fase embriológica ya está esbozada la misma morfología, aunque de manera
rudimentaria; incluso en relación con la primera fase se trata solo de una mera
diferencia morfológica, pero en modo alguno cualitativa: el embrión y el germen,
desde su fecundación, pertenecen a la especie humana por su origen, pro su
composición y por su destino, por su radical autonomía biológica y hasta por el
programa psicológico inscrito en su composición. No solo pertenecen a la especie
humana, sino que predeterminan el desarrollo de un individuo humano concreto en
un proceso lineal y continuo sin saltos cualitativos. Esto exige que sean
valorados como etapas de un ser que está haciéndose hombre, aunque su estructura
morfológica en su primera fase no sea plenamente significativa. La percepción
visual no es la única fuente de conocimiento de la realidad; es imprescindible
la reflexión convergente que ayuda a penetrar en el significado profundo a
través de las primeras apariencias. Es claro para la razón que el aborto, ya
en la primera fase, es la supresión del proceso biológico de un ser que está en
curso con todas las potencialidades humanas. La razón intuye un ser humano,
sujeto del derecho fundamental a la vida, y la fe un persona, amada y llamada a
al vida por Dios Padre. Tal realidad, aunque germinal, está enriquecida con un
mensaje genético íntegramente humano y está impulsada por un dinamismo peculiar
que, sin cambiar la cualidad de su ser, la conducirá en breve a una morfología
plenamente humana y, por supuesto, a la manifestación de una persona
completa. Aunque en el proceso manifestativo de su personalización le falte
por recorrer los necesarios estadios del camino, no es cuestión de negar su
cualidad humana al mismo sujeto que comienza la marcha y tiene una ordenación
intrínseca hacia el fin de esa plena personalización cuando esa persona aparezca
a los ojos de todos, es decir, cuando la madre "la dé a luz". El hecho de haber
llegado a la meta no la ha transformado en un "novum" irreconocible en su
origen. Aunque no tenga todavía voz ni llanto perceptibles, es individualidad
biológica, tiene un apetito natural de crecimiento y supone también una
exigencia natural, no solo de respeto, sino de acompañamiento vital en su propia
debilidad e indefensión. Si su morfología no presenta la imagen completa o su
electroencefalograma no es, en ciertos momentos, el de un ser vivo, de ningún
modo son equiparables estos signos a los de un cuerpo en descomposición
cadavérica o a los de un cerebro muerto. Las situaciones son radicalmente
distintas: espérese atentamente con ese instrumental de observación, y se
comprobará, a no tardar, cómo en un caso señalan con más certeza aún el poder
devastador de la muerte y en el otro el acceso a la perfección de la vida.
Por el argumento de equivalencia morfológica y, en definitiva, puramente
materialista, para determinar el comienzo de la vida humana, se cae en el riesgo
del maximalismo, al querer confrontar la realidad intrauterina del ser humano
con el acabamiento de la estructura biológica, tal como la conocemos por
nuestras relaciones experimentales interpersonales. Esto sería olvidar que el
ser personal no se constituye solo por su realidad actual, sino también por el
desarrollo de sus potencialidades, es decir por lo que llegará a ser desde la
apertura interior de lo que ya es.
Es indubitable, pues, el carácter humano
del germen. La biología nos asegura que ya esa célula-huevo posee un complemento
cromosómico y un código genético propios de al especie humana, y un dinamismo
interno que le llevará en su crecimiento ala configuración de un ser de
morfología, anatomía y fisiología auténticamente humanas. La experimentación y
los métodos biológicos positivos ponen punto final a esta línea. El momento de
la animación y el concepto de persona están fuera de su competencia. Pertenecen
a la reflexión de una antropología filosófica-teológica. Las ciencias naturales
ofrecen las bases de una argumentación genética del todo consistente para
afirmar su carácter humano y, por tanto, para señalar las exigencias de respeto
a esa vida en curso. También brindan razones fisiológicas, que se van desvelando
progresivamente: se le puede seguir la pista al embrión y al feto en el seno de
la madre, fotografiándolo y analizando sus condicionamientos bioquímicos, y
hasta se hace posible intervenir en sus mismos procesos fisiológicos con una
medicina de aplicación intrauterina.
La Iglesia y la anticoncepción |
Cuando la sociedad y los medios de comunicación impulsan a los
matrimonios a renunciar a su fecundidad, la Iglesia nos invita nuevamente a
abrir el corazón a la fe. |
|
|
La Iglesia y la
anticoncepción |
El tema de la anticoncepción provoca no pocas críticas a la
Iglesia católica. Muchos creen que la oposición del Papa y de los obispos al uso
de los anticonceptivos es algo anticuado, o que va contra los derechos de la
mujer, o que no responde al afecto y respeto que la Iglesia debería mostrar
hacia todos sus hijos, también hacia aquellos que no comprenden la doctrina
católica sobre este punto.
A pesar de las críticas, no son pocos los
matrimonios que acogen esta enseñanza de la Iglesia. Unos, por verdadera
convicción. Han estudiado, han reflexionado, han descubierto que en el uso de
métodos anticonceptivos se da un desorden, se daña el respeto hacia el hombre o
la mujer, se hiere la relación de pareja, se obstaculiza la confianza en la
Providencia que es fundamental para la vida de todo cristiano. Son matrimonios
que viven con serenidad su apertura a la llegada de nuevos hijos, que respetan
el designio de Dios sobre la vida humana integral (cuerpo y alma, biología y
espiritualidad, fecundidad sexual y amor pleno), sin manipular ni falsear
aquellos actos de amor que unen a los esposos y que permiten el origen de cada
nueva vida.
Otros respetan la doctrina católica pero sin llegar a
comprenderla del todo. También estos católicos tienen su mérito, pues reconocen
en la Iglesia la presencia de Cristo y la acción del Espíritu Santo. Saben que
es parte de su vida cristiana el seguir los mandamientos de Dios y las
indicaciones del Papa y de los obispos que están unidos al Papa. Reconocen que
lo que dice la doctrina católica es lo mejor para ellos, aunque pueden sentir
que no llegan a comprenderlo del todo, aunque tengan a veces miedo a la llegada
de un hijo en un momento “no oportuno”, aunque sufran críticas o incomprensiones
de otros. Pero quizá con un poco de esfuerzo puedan llegar a comprender por qué
la Iglesia enseña, en este tema, una doctrina que se opone tanto a la mentalidad
de este mundo.
En este sentido, es conveniente volver a leer los
principales documentos donde se nos habla del matrimonio y donde se toca el tema
de la anticoncepción. Tenemos esa estupenda encíclica de Pablo VI, la Humanae vitae. En ella descubrimos comprensión y respeto hacia
el plan de Dios sobre el matrimonio, sin que se dejen de lado problemas reales
de algunas parejas que ven conveniente espaciar o retrasar el nacimiento de los
hijos con aquellos métodos naturales que respetan la moral católica. Tenemos
también una exhortación apostólica de Juan Pablo II sobre la familia, la
Familiaris consortio, en la que se habla de los males y errores que se producen
con el uso de los anticonceptivos. Algunas partes de la encíclica Evangelium
vitae (también de Juan Pablo II) expresan una clara denuncia de la mentalidad
antivida que se esconde entre quienes promueven y fomentan la
anticoncepción.
Estos y otros documentos eclesiales pueden ayudarnos a
descubrir la belleza del matrimonio cuando se vive según el querer de Dios. De
modo especial, permiten descubrir cómo algunas técnicas (píldoras
anticonceptivas, uso de preservativos, esterilización, etc.) son contrarias al
bien del matrimonio y a la propia fidelidad a nuestra fe cristiana porque tales
técnicas van contra la apertura a la vida que debe caracterizar el acto sexual
entre los esposos. Pero ayudarán mucho más a descubrir que un mandato negativo
(no debemos usar anticonceptivos) se convierte en una invitación a descubrir lo
positivo, la riqueza de la vida matrimonial que se basa en el respeto de todas
las riquezas y potencialidades del esposo y de la esposa.
Cuando los
esposos asumen esta riqueza y viven su donación mutua abiertos a la vida,
entonces pueden descubrir maneras maravillosas para madurar en el amor. También
cuando Dios permite (es siempre un don de Dios) el que se inicie una nueva vida,
el que se produzca una nueva concepción. Tal vez no estaba esperada, incluso tal
vez puede ser vista como poco oportuna. De nuevo la fe dará luz y energías para
abrir los corazones a quien ya está en medio de los esposos, en el seno materno;
a quien, como hijo, espera recibir ese amor que es el distintivo de los
cristianos, la señal de esa plenitud humana de quien sabe acoger, dar,
entregarse totalmente al otro. Más cuando ese otro es un hijo nacido como
resultado del amor y de la felicidad que viene del vivir según Dios, en la
Iglesia, con la confianza que nos da Jesucristo: “No tengáis miedo” (Mt 28,
10).
Sí: también los esposos pueden escuchar esa invitación del Señor.
Cuando la sociedad y los medios de comunicación impulsan a muchos matrimonios a
renunciar a su fecundidad, a adulterar incluso su amor a base de técnicas
inmorales, la Iglesia nos invita nuevamente a abrir el corazón a la fe, a
descubrir en cada nueva concepción un proyecto inmenso, un amor sin límites, una
fidelidad y una esperanza para el futuro humano.
Lo recordaba Juan Pablo
II en la Carta a las familias: “Así, pues, tanto en la concepción como
en el nacimiento de un nuevo ser, los padres se hallan ante un «gran misterio»
(Ef 5, 32). También el nuevo ser humano, igual que sus padres, es llamado a la
existencia como persona y a la vida «en la verdad y en el amor». Esta llamada se
refiere no sólo a lo temporal, sino también a lo eterno (...) El origen del
hombre no se debe sólo a las leyes de la biología, sino directamente a la
voluntad creadora de Dios: voluntad que llega hasta la genealogía de los hijos e
hijas de las familias humanas. Dios «ha amado» al hombre desde el principio y lo
sigue «amando» en cada concepción y nacimiento humano. Dios «ama» al hombre como
un ser semejante a él, como persona. Este hombre, todo hombre, es creado por
Dios «por sí mismo»” (Carta a las familias n. 9).
Colaboradores de Dios
en su amor a los hombres: eso son los padres que se abren a la vida, que viven
su paternidad responsable en el respeto lleno de confianza a la Iglesia de Dios.
Colaboradores de Dios y padres buenos, capaces de encender lámparas de alegría
en un mundo que necesita testigos del amor y la esperanza.
|
|
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario