miércoles, 28 de noviembre de 2012

CUARTA PARTE DE LA EDICION ESPECIAL DE SEXUALIDAD DE LA REVISTA JUVENIL LA ARMADURA DE DIOS

ANTI VALORES QUE ATENTAN CONTRA LA SEXUALIDAD 

En esta edicion veremos los anti valores y los valores para combatirlos

Uno de esos anti valores es la masturbacion que algunos dicen que es benefico para la salud, este concepto es totalmente erroneo .  esto hace que la persona con el tiempo sea  frigida en el caso de las mujeres y eyaculacion precoz en los hombres , el siguiente articulo del portal catolico catholic. net lo explica.

¿Es pecado masturbarse?
El fenómeno de la masturbación es un fenómeno común, estadísticamente común,
que no es lo mismo que normal
¿Es pecado masturbarse?
¿Es pecado masturbarse?
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que la masturbación

 “es la excitación voluntaria de los órganos genitales
 a fin de obtener un placer venéreo, incluso sin llegar al orgasmo”.

El fenómeno de la masturbación es un fenómeno común,

 estadísticamente común, que no es lo mismo que normal 
o frecuente desde el punto de vista estadístico, 
por lo que en muchos libros científicos se dice que es normal, 
pero esto no quiere decir que sea algo
 propio de correspondiente a la naturaleza humana.
 La masturbación suele tener el significado de fenómeno sustitutivo, 
intentando satisfacer así sus estímulos sexuales.

Desde el punto de vista médico, generalmente no tiene consecuencias físicas,

 sin embargo,
 debido a la angustia o ansiedad que se presenta en algunas 
de las personas que la practican se ha comprobado que pueden 
presentar algunos síntomas o malestares que sí tienen repercusiones físicas,
 como eyaculación precoz,
 impotencia o frigidez, entre otros
. La masturbación genera en la persona una sexualidad egocéntrica, 
si la persona se masturba frecuentemente, disminuye su incentivo
 para salir al exterior, es decir, va perdiendo habilidad para relacionarse con otros y de diálogo.

Algunos psicólogos señalan que cuando la masturbación se convierte en un hábito

 tiene algunos riesgos como: 
el riesgo de quedarse en un estadio narcisista, 
excesiva genitalización del sexo, utilizarlo como evasión
. Aclarando que es una acción desordenada, ya que al ser un acto individual 
y egocéntrico no corresponde a los requisitos de la sexualidad humana.
 La masturbación genera en la persona una sexualidad egocéntrica, 
si la persona se masturba frecuentemente, 
disminuye su incentivo para salir al exterior, es decir,
 va perdiendo habilidad para relacionarse con otros y de diálogo
. Se le llama también vicio solitario. Es un vicio que se adquiere y llega a ser esclavizante.

Produce seres replegados sobre sí mismos.

 Daña el carácter, conlleva distracción de espíritu,
 inconstancia, apatía, complejo de culpa, sentimiento de derrota y debilita la voluntad.
 Puede incluso llevar a una obsesión erótica, a estar pensando y deseando lo sensual,
 y esto va llenando a la persona de un amargo sentimiento de insatisfacción y de vacío; 
además se va volviendo una persona cada vez más egoísta,
 encerrada dentro de sí misma en una sensación de fracaso 
e incapacidad para dominar sus instintos sensuales.



De acuerdo al Catecismo de la Iglesia Católica, la masturbación es un acto intrínseca 

y gravemente desordenado. El uso deliberado de la facultad sexual 
fuera de las relaciones conyugales normales contradice a su finalidad, 
se cual fuere el motivo que lo determine. 
Así, el goce moral es buscado aquí al margen de la relación sexual requerida
 por el orden moral.
 Para emitir un juicio justo acerca de la responsabilidad moral de los sujetos
 ya para orientar la acción pastoral,
 ha de tenerse en cuenta la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos,
 el estado de angustia u otros factores psíquicos o sociales que pueden atenuar o
 tal vez reducir al mínimo la culpabilidad moral.



a) Para conocer su cuerpo: sobre todo en varones después de presentarse la polución nocturna.

 Psicológicamente no pasa nada. 
Y es por corto tiempo. Es decir, la misma adolescencia o impulso sexual empuja a tales actos.



b) Por ansiedad: Bajo estrés, presión, exceso de estímulos visuales, ante pérdida afectiva. Además, el influjo del ambiente social y de los compañeros, es decir, los libros, revistas, películas,

 espectáculos e informaciones sexuales que les llega por todos lados.



c) Por angustia y poco conocimiento de su propia dignidad: es decir, carencias afectivas,

 los fracasos escolares, el intento de conjurar la soledad y, naturalmente el egoísmo.



d) Por un trastorno psicológico: que en realidad la masturbación es el síntoma y no el problema.

 Como en el caso de las parafilias. En consecuencia de lo visto anteriormente,
 se puede concluir, que la masturbación es un pecado en sí, una falta moral grave.
 Es evidente que en la evolución sexual del hombre, y de modo más decisivo en la pubertad, 
una serie de influjos de orden físico
 y psicológico juegan un papel complejo en las fuerzas sexuales de la persona, 
que en ocasiones afectan seriamente a la advertencia y a la voluntariedad del acto .

LA MASTURBACIÓN

“La masturbación es la excitación voluntaria de los órganos genitales a fin de obtener un placer venéreo” (Cat 2352). Sobre la masturbación, “tanto el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una tradición constante, como el sentido moral de los fieles, ha afirmado sin ninguna duda que la masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado… Para emitir un juicio justo acerca de la responsabilidad moral de los sujetos y para orientar la acción pastoral, ha de tenerse en cuenta la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos, el estado de angustia y otros factores síquicos o sociales que reducen, o incluso anulan, la culpabilidad moral” (Cat 2352).

La Sagrada Congregación para la doctrina de la fe publicó un documento el 29-12-1975, titulado “Declaración sobre algunas cuestiones de ética sexual”. En él se dice:

“Con frecuencia, se pone en duda o se niega expresamente la doctrina tradicional, según la cual, la masturbación constituye un grave desorden moral. Se dice que la Sicología y la Sociología demuestran que se trata de un fenómeno normal de la evolución de la sexualidad, sobre todo, en los jóvenes…Tal opinión contradice la doctrina y práctica pastoral de la Iglesia. Las encuestas sociológicas pueden indicar la frecuencia de este desorden según los lugares, la población o las circunstancias que tomen en consideración. Pero, entonces, se constatan hechos. Y los hechos no constituyen un criterio que permita juzgar del valor moral de los actos humanos. La frecuencia del fenómeno ha de ponerse indudablemente en relación con la debilidad innata del hombre, pero también con la perdida del sentido de Dios, con la depravación de las costumbres, engendrada por la comercialización del vicio, con la licencia desenfrenada de tantos espectáculos y publicaciones, así como también con el olvido del pudor, custodio de la castidad”.

El problema de la masturbación está, sobre todo, en que cierra al hombre o a la mujer sobre sí mismos, buscando egoístamente su placer, lo que les va a causar problemas, cuando lleguen al matrimonio, pues seguirán buscando su propio placer sin importarle el otro, a quien pueden considerar como un objeto para su propio placer. La masturbación, al hacer egoísta al hombre, devalúa su personalidad, que debe estar abierta a todos, y lo va incapacitando para una vida de madurez y de auténtico amor a los demás.

Algunos autores han dicho que los que tienen el vicio de la masturbación se incapacitan para grandes ideales. Porque el peor daño de la masturbación es que ataca a la esencia de la personalidad y hace al ser humano débil de carácter y egoísta, buscando su propio placer sin pensar en los demás. Y un hombre con poca voluntad no vale nada. Será incapaz de ser fiel y de ser responsable con sus obligaciones familiares.

Por ello, tú ten un elevado concepto de la virtud de la pureza, de su belleza y de su fuerza de irradiación, porque es una virtud que hace honor al ser humano y que le capacita para un amor verdadero, desinteresado, generoso y respetuoso de los demás.

Lamentablemente, en muchos colegios, muchos profesores y sicólogos dicen a los alumnos que la masturbación es algo normal y que, por tanto, pueden masturbarse sin ningún problema. No te dejes convencer de estos malos educadores. Tú levanta tu mirada al cielo y pide ayuda para superar este vicio. No tengas miedo, todavía hay esperanzas para ti. Todo depende de tu fuerza de voluntad. Tú puedes superar este vicio como cualquier otra tentación contra la pureza. Mira los paisajes sin límites, los mares sin orillas, los cipreses, que miran siempre al cielo. Mira siempre al infinito, aspira siempre a los más alto y más profundo. No te des por satisfecho con cualquier cosa, cuando te queda por explorar el infinito de Dios.

No te detengas, toma siempre agua fresca y clara. Respira siempre aire puro. Piensa siempre en grande, soñando con grandes ideales. No te metas en el invernadero de una vida comodona, llena de placeres. No te dejes mover al compás de tus pasiones. Ten coraje para vivir puro y limpio. Revisa el rumbo, rectifica errores, supérate y dirige tu mirada hacia la eternidad. Dios cuenta contigo y te necesita para que seas un ejemplo de pureza y de alegría para los demás. Él cuenta contigo y todos esperamos mucho de ti. No dejes empobrecer tu alma con la masturbación y el egoísmo. Y sigue siempre adelante, luchando a brazo partido para conseguir la pureza que tanto necesitas. Canta y camina, como diría san Agustín. Buen viaje. Cristo te acompaña. No temas. Vive la alegría de ser libre y pon rumbo a las estrellas.



“Los que viven según la carne no pueden agradar
a Dios” (Rom 8,8).


otro de los antivalores que atentan contra nuestra sexualidad es la fornicacion .

LA FORNICACIÓN

La fornicación, o las relaciones sexuales entre personas no casadas, es un grave desorden moral. Dice el Catecismo de la Iglesia católica: “La fornicación es gravemente contraria a la dignidad de las personas y de la sexualidad humana, naturalmente ordenada al bien de los esposos, así como a la generación y educación de los hijos. Además, es un escándalo grave, cuando hay de por medio corrupción de menores” (Cat 2353).

“El acto sexual debe tener lugar exclusivamente en el matrimonio; fuera de éste, constituye siempre un pecado grave y excluye de la comunión sacramental” (Cat 2390).

Por eso, las uniones libres y matrimonios a prueba, al igual que la fornicación, ofenden la dignidad del matrimonio, destruyen la idea misma de la familia y debilitan el sentido de la fidelidad.

A este respecto, dice la Palabra de Dios: “El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Y voy a tomar los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una prostituta? De ningún modo. Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa un hombre, queda fuera de su cuerpo, pero el que fornica, peca contra su propio cuerpo ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que habita en vosotros y habéis recibido de Dios? Por tanto, no os pertenecéis. Glorificad a Dios en vuestro cuerpo” (1 Co 6,13-20).

“La fornicación y cualquier género de impureza ni siquiera se nombre entre vosotros… Pues habéis de saber que ningún fornicario o impuro tendrá parte en la heredad del reino de Cristo y de Dios”
(Ef 5,3-5).

De hecho, el acto matrimonial, sin matrimonio, es una contradicción. Dice el Dr. Le Moal: “Una relación sexual con una persona a la que no se hace el don completo de sí y con la que no se quiere tener hijos, no es un acto sexual normal, no es más que una masturbación”. De ahí que las relaciones sexuales sin entrega total, son algo gravemente desordenado. Se busca el placer, pero no se desean los hijos. Porque, como dicen algunos, una cosa es el sexo y otra cosa son los hijos. Por tanto, se distorsiona la unión fundamental del sexo con la generación de los hijos. Además, de hecho, la experiencia enseña que, muchísimas veces, se dan muchos embarazos no deseados en jóvenes por no usar anticonceptivos o por fallo de los mismos. Y de ahí viene lo más grave aún: el asesinato de millares de niños inocentes por sus propios padres, que no quieren asumir las consecuencias de sus actos y quieren evitar las complicaciones de tener un hijo no deseado. ¡Y cuántos millares de madres solteras hay en el mundo que no podrán dar a su hijo un hogar estable ni una relación normal con su verdadero padre!

Muchos jóvenes creen que, con tal de cuidarse, no hay problemas para tener relaciones sexuales con quien quieran y como quieran. Hablan de sexo seguro contra el sida, lo que es una gran mentira, pues hasta los mismos fabricantes de condones admiten un 10 al 20% de fallos, y muchas mujeres quedan embarazadas. Sin hablar de otros métodos que son abortivos y, por tanto, criminales directa o indirectamente.

¿Qué podemos decir de todos estos jóvenes “modernos” que se creen más hombres que los demás y, desde temprana edad, se sienten orgullosos de no ser vírgenes, porque van frecuentemente a los prostíbulos? ¡Cuántas enfermedades se adquieren en esos lugares! Ir a un prostíbulo es como jugarse la vida en la ruleta rusa. Nunca lo hagas.

Decía el Dr. Ziemssen7: “El médico, que aconseja a un hombre que vaya a un prostíbulo comete un crimen infame”. La ciencia no conoce ninguna enfermedad causada por la vida pura, en cambio, ¡cuántas enfermedades conseguidas por la vida licenciosa! ¡Cuántos padres de familia he conocido que han destruido sus hogares por el libertinaje sexual! Por esto mismo, decía el doctor y filósofo italiano Mantegazza: “He visto muchas personas agotadas y paralíticas a causa de excesos, puedo enumerar por lo menos 20 enfermedades que provienen de un modo de vivir licencioso, pero no he visto una sola enfermedad causada por la continencia8.

Sin embargo, algunos jóvenes se dejan convencer fácilmente por sus “amigos” y se dicen a sí mismos: Lo haré sólo una vez para probar. ¿Estás seguro que sólo será una sola vez? ¿Te tirarías del puente una sola vez para probar? ¿Tomarías un veneno solamente una vez para ver cómo te va?

En algunos ambientes “progres”, una joven, que es virgen con veinte años, parece una retrógrada. Lo moderno es tener sexo y saber evitar los hijos. Un amigo me contaba que, viajando en un autobús, estaba sentado junto a una señora que leía uno de los periódicos más importantes de Italia y se veía un artículo titulado: ¿Es normal que una joven sea todavía virgen a los veinte años? Y contaba el caso de un grupo de estudiantes de un liceo Milán, que habían hecho una fiesta para festejar la primera experiencia sexual de la única estudiante, que todavía era virgen con veinte años.

En un mundo como el nuestro, en que estamos invadidos de pansexualismo, no hay film o novela o canción en que no se hable del tema. Hasta para vender un coche o unos helados, se acude al cuerpo, casi desnudo, de una mujer.

Por eso, muchos jóvenes se dejan convencer y contagiar con la idea de que las experiencias sexuales prematrimoniales, no sólo son normales, sino necesarias para la madurez y la felicidad personal. Pero también hay jóvenes, que se van sintiendo hastiados de tanto sexo, que no da la felicidad, y buscan otras experiencias como alternativas. Unos, se van a la India para encontrar gurús y maestros espirituales, buscando en las religiones ancestrales esa verdad y paz que no han encontrado todavía. Otros caen en la droga o quizás en grupos violentos, que los van hundiendo cada vez más en el abismo de su propia infelicidad. Pero en USA, aunque parezca inexplicable, van surgiendo clubes de castidad, donde los jóvenes se comprometen a no tener relaciones sexuales hasta el matrimonio. Muchos de ellos no son vírgenes, pero desean una “segunda virginidad”. Ya son mas de 200.000 comprometidos a guardar la castidad hasta el matrimonio en más de 2.000 colegios. En algunos lugares, ya están haciendo marchas y reuniones masivas para propagar su idea y popularizar el orgullo de ser vírgenes y no avergonzarse de los que no piensan como ellos. Porque la abstinencia, antes del matrimonio, trae muchos beneficios, incluso para la salud.

Por eso, hay que recomendar a los jóvenes que tengan el ideal de la pureza. Solamente en el matrimonio puede haber una entrega total mutua y pueden entregarse mutuamente con toda la alegría de una entrega definitiva y para siempre. No se puede pensar en un matrimonio a prueba. No se puede rebajar el matrimonio a una experiencia pasajera o simplemente a una unión sin compromisos definitivos, pues eso sería una fornicación permanente.

En el noviazgo, los novios deben aprender a conocerse y amarse para no dar un paso equivocado para toda la vida. El filósofo alemán Herbert Marcuse habla de la “ética de la ternura”, es decir, aprender a darse cariño y ternura sin sexo. Porque el ser humano no es sólo cuerpo y genitalidad. Hay que aprender a amar con pequeños gestos llenos de cariño como una mirada, una sonrisa, un beso sincero sin apasionamiento, una caricia, un apretón de manos o simplemente inclinar la cabeza sobre la espalda del otro. Son pequeños gestos que van a fomentar el amor mutuo y construirán su futuro, porque una unión sexual sin amor no da la felicidad, un matrimonio sin amor no puede durar mucho tiempo; pero un amor profundo, aunque no hubiera sexo, seguirá dando sentido al matrimonio.

En resumidas cuentas, la fornicación es un desorden, porque falta el amor definitivo y la entrega total. Por eso, la Palabra de Dios nos dice: “la voluntad de Dios es vuestra santificación, que se abstengan de la fornicación y que cada uno sepa guardar su cuerpo en santidad y honor” (1 Tes 4,3-4).

Sin embargo, no todo está perdido para ti, aunque hayas caído en lo más bajo del infierno con tus libertinajes sexuales. Mientras hay vida, hay esperanza, Dios sigue confiando en ti. Acude a Él, pídele perdón y verás milagros en tu vida y cómo Dios te transforma de gusano en mariposa para que puedas volar con las alas de la pureza y vivir con una alegría nueva. Hay muchos santos que han sido grandes pecadores y Dios los transformó completamente. Piensa en santa María Magdalena, la prostituta de Magdala; en san Agustín, y en tantos otros santos como el buen ladrón.

Y ahora quiero hablarte de un caso concreto, escrito por un misionero italiano, que conoció a la protagonista. Dice así:

“Lucy Kafula, huérfana de padres, desde los 13 años se dedicó a la prostitución para poder sobrevivir y empezó a beber demasiado. A veces, venía a media noche a tocar mi puerta para poder tener un rincón donde dormir, pero no quería saber nada de la Iglesia. Hasta que a los 19 años descubrió que tenía el sida.

Un día, vino a buscarme y a decirme que quería bautizarse. La preparé yo mismo y, en una espléndida tarde, toda la Comunidad de Korogocho tuvo la alegría de ver a Lucy “salir del agua” como una nueva criatura. Lucy, transfigurada en el cuerpo y en el espíritu, resistió a su mal durante dos años con la sonrisa en los labios. La última misa, que celebré con ella presente fue el 13 de mayo de 1989. Lucy entonó el Magnificat. Ella lloraba de alegría, yo le toqué su cabeza con cariño y ella me sonrió. Al día siguiente ella murió, murió con la sonrisa en los labios. Para la Comunidad cristiana del lugar, permanece más viva que nunca, ella es la María de Korogocho”.


Si ella pudo ser feliz, a pesar de su pecado, tú también. Si ella pudo encontrar la alegría y la paz en Dios, tú también. Así que da los primeros pasos, acude a confesarte y pídele perdón a Dios. Di en este momento:




Jesús, perdóname
por todos mis pecados.
Quiero ser tu hijo
de verdad
y vivir contigo
una vida nueva.
Ven a mi corazón
y lléname de tu paz.
Quiero que,
a partir de ahora,
Tú seas el Señor
y el Rey de mi vida.
Te entrego mi vida,
mi mente, mi cuerpo
y mi alma
para que los limpies
con tu sangre bendita
y me hagas
un hombre nuevo,
puro y limpio para ti.
Amén.




hay otro anti valor que esta cogiendo auge el matar  , el aborto.

El don de la vida humana


        La Iglesia Católica condena el aborto. Es una posición que se ha mantenido a lo largo del tiempo. Por la trascendencia de esta reflexión para la mayoría católica del país, el editor del Gran Libro de la Sexualidad de Hoy, presenta una exposición de la doctrina católica en esa materia, tal como se expone en documentos de la Iglesia y desde la perspectiva de especialistas que se mantienen en una postura ortodoxa.
Para la Iglesia, la vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida.
La Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo aborto provocado. El aborto directo, es decir, querido como un fin o como un medio, es gravemente contrario a la ley moral, repite el magisterio eclesiástico.
En el siglo XX, la Iglesia ha reiterado a través de diversos pronunciamientos oficiales tal condena. Los pontífices y el Concilio Vaticano II repiten aquel magisterio. Además, la Iglesia reclama que las sociedades y los Estados respeten el derecho primario a la vida desde la concepción.

Leyes y aborto
En la instrucción "Donum Vitae", de 22 de febrero de 1987, se dice: "Los derechos inalienables de la persona deben ser reconocidos y respetados por parte de la sociedad civil y de la autoridad política. Estos derechos del hombre no están subordinados ni a los individuos ni a los padres, y tampoco son una concesión de la sociedad o del Estado: pertenecen a la naturaleza humana y son inherentes a la persona en virtud del acto creador que la ha originado. Entre esos derechos fundamentales es preciso recordar el derecho de todo ser humano a la vida y a la integridad física desde la concepción hasta la muerte.
Cuando una ley positiva priva a una categoría de seres humanos de la protección que el ordenamiento civil les debe, el Estado niega la igualdad de todos ante la ley. Cuando el Estado no pone su poder al servicio de los derechos de todo ciudadano, y particularmente de quien es más débil, se quebrantan los fundamentos mismos del Estado de derecho...El respeto y la protección que se han de garantizar, desde su misma concepción, a quien debe nacer, exige que la ley prevea sanciones penales apropiadas para toda deliberada violación de sus derechos".
Para la Iglesia, le embrión debe ser defendido en su integridad. Se consideran lícitas las intervenciones sobre el embrión "siempre que respeten la vida e integridad, que no lo expongan a riesgos desproporcionados, que tengan como fin su curación, la mejora de sus condiciones de salud o su supervivencia individual".

Fases evolutivas y fecundación*
Resumiendo los datos biológicos relacionados con la problemática que suscita el aborto, podríamos distinguir tres fases: a) La del germen, que comienza en el momento de la fecundación, unión del óvulo y el espermatozoide que al fundirse dan origen a la célula germinal, única e irrepetible, por su peculiar combinación cromosómica. Esta nueva realidad biológica, llamada zigoto, distinta ya de la que prestó la madre, implica un código genético que desplegará por su propia virtualidad intrínseca un proceso vital y psíquico hereditario. b) En segundo término se da la fase del embrión (desde la tercera a la octava semana), en que se desarrollan gradualmente los órganos y formas externas de un organismo en curso de desarrollo propiamente humano (entre la séptima y octavas semanas se pueden apreciar ya iniciados el cráneo, los ojos, las orejas -el electroencefalograma puede registrar, aunque mínima, una cierta actividad del cerebro-, cuerpo con sistema digestivo, corazón y sistema circulatorio, los brazos, las piernas, los dedos de los pies, etc.) c) La tercera fase es la del feto propiamente dicho: desde la octava semana hasta el nacimiento.
Si partimos del principio ético de la inviolabilidad de la vida humana, por el propio valor inminente que ésta tiene, con independencia de las circunstancias concretas que concurran en el sujeto viviente, hay que decir que el ser humano aparece como tal no solo con posterioridad a su nacimiento, sino aun en el claustro materno: de una manera corporáneamente perceptible en su período fetal, puesto que la diferencia del feto, incluso ya a partir del segundo mes, y el niño recién nacido es meramente cuantitativa, diferencia que disminuye progresivamente con el paso de las semanas de gestación. No hay diferencia cualitativa ni aun en el plano de su morfología orgánica; se trata de un ser humano, que puede ser directamente percibido como tal.

Valor desde el inicio
Pero tampoco hay un salto cualitativo en las fases anteriores, aunque la realidad somática no sea perceptible de esa forma: en la fase embriológica ya está esbozada la misma morfología, aunque de manera rudimentaria; incluso en relación con la primera fase se trata solo de una mera diferencia morfológica, pero en modo alguno cualitativa: el embrión y el germen, desde su fecundación, pertenecen a la especie humana por su origen, pro su composición y por su destino, por su radical autonomía biológica y hasta por el programa psicológico inscrito en su composición. No solo pertenecen a la especie humana, sino que predeterminan el desarrollo de un individuo humano concreto en un proceso lineal y continuo sin saltos cualitativos. Esto exige que sean valorados como etapas de un ser que está haciéndose hombre, aunque su estructura morfológica en su primera fase no sea plenamente significativa. La percepción visual no es la única fuente de conocimiento de la realidad; es imprescindible la reflexión convergente que ayuda a penetrar en el significado profundo a través de las primeras apariencias.
Es claro para la razón que el aborto, ya en la primera fase, es la supresión del proceso biológico de un ser que está en curso con todas las potencialidades humanas. La razón intuye un ser humano, sujeto del derecho fundamental a la vida, y la fe un persona, amada y llamada a al vida por Dios Padre. Tal realidad, aunque germinal, está enriquecida con un mensaje genético íntegramente humano y está impulsada por un dinamismo peculiar que, sin cambiar la cualidad de su ser, la conducirá en breve a una morfología plenamente humana y, por supuesto, a la manifestación de una persona completa.
Aunque en el proceso manifestativo de su personalización le falte por recorrer los necesarios estadios del camino, no es cuestión de negar su cualidad humana al mismo sujeto que comienza la marcha y tiene una ordenación intrínseca hacia el fin de esa plena personalización cuando esa persona aparezca a los ojos de todos, es decir, cuando la madre "la dé a luz". El hecho de haber llegado a la meta no la ha transformado en un "novum" irreconocible en su origen. Aunque no tenga todavía voz ni llanto perceptibles, es individualidad biológica, tiene un apetito natural de crecimiento y supone también una exigencia natural, no solo de respeto, sino de acompañamiento vital en su propia debilidad e indefensión. Si su morfología no presenta la imagen completa o su electroencefalograma no es, en ciertos momentos, el de un ser vivo, de ningún modo son equiparables estos signos a los de un cuerpo en descomposición cadavérica o a los de un cerebro muerto. Las situaciones son radicalmente distintas: espérese atentamente con ese instrumental de observación, y se comprobará, a no tardar, cómo en un caso señalan con más certeza aún el poder devastador de la muerte y en el otro el acceso a la perfección de la vida.
Por el argumento de equivalencia morfológica y, en definitiva, puramente materialista, para determinar el comienzo de la vida humana, se cae en el riesgo del maximalismo, al querer confrontar la realidad intrauterina del ser humano con el acabamiento de la estructura biológica, tal como la conocemos por nuestras relaciones experimentales interpersonales. Esto sería olvidar que el ser personal no se constituye solo por su realidad actual, sino también por el desarrollo de sus potencialidades, es decir por lo que llegará a ser desde la apertura interior de lo que ya es.
Es indubitable, pues, el carácter humano del germen. La biología nos asegura que ya esa célula-huevo posee un complemento cromosómico y un código genético propios de al especie humana, y un dinamismo interno que le llevará en su crecimiento ala configuración de un ser de morfología, anatomía y fisiología auténticamente humanas. La experimentación y los métodos biológicos positivos ponen punto final a esta línea. El momento de la animación y el concepto de persona están fuera de su competencia. Pertenecen a la reflexión de una antropología filosófica-teológica. Las ciencias naturales ofrecen las bases de una argumentación genética del todo consistente para afirmar su carácter humano y, por tanto, para señalar las exigencias de respeto a esa vida en curso. También brindan razones fisiológicas, que se van desvelando progresivamente: se le puede seguir la pista al embrión y al feto en el seno de la madre, fotografiándolo y analizando sus condicionamientos bioquímicos, y hasta se hace posible intervenir en sus mismos procesos fisiológicos con una medicina de aplicación intrauterina. 


La Iglesia y la anticoncepción
Cuando la sociedad y los medios de comunicación impulsan a los matrimonios a renunciar a su fecundidad, la Iglesia nos invita nuevamente a abrir el corazón a la fe.
La Iglesia y la anticoncepción
La Iglesia y la anticoncepción

El tema de la anticoncepción provoca no pocas críticas a la Iglesia católica. Muchos creen que la oposición del Papa y de los obispos al uso de los anticonceptivos es algo anticuado, o que va contra los derechos de la mujer, o que no responde al afecto y respeto que la Iglesia debería mostrar hacia todos sus hijos, también hacia aquellos que no comprenden la doctrina católica sobre este punto.

A pesar de las críticas, no son pocos los matrimonios que acogen esta enseñanza de la Iglesia. Unos, por verdadera convicción. Han estudiado, han reflexionado, han descubierto que en el uso de métodos anticonceptivos se da un desorden, se daña el respeto hacia el hombre o la mujer, se hiere la relación de pareja, se obstaculiza la confianza en la Providencia que es fundamental para la vida de todo cristiano. Son matrimonios que viven con serenidad su apertura a la llegada de nuevos hijos, que respetan el designio de Dios sobre la vida humana integral (cuerpo y alma, biología y espiritualidad, fecundidad sexual y amor pleno), sin manipular ni falsear aquellos actos de amor que unen a los esposos y que permiten el origen de cada nueva vida.

Otros respetan la doctrina católica pero sin llegar a comprenderla del todo. También estos católicos tienen su mérito, pues reconocen en la Iglesia la presencia de Cristo y la acción del Espíritu Santo. Saben que es parte de su vida cristiana el seguir los mandamientos de Dios y las indicaciones del Papa y de los obispos que están unidos al Papa. Reconocen que lo que dice la doctrina católica es lo mejor para ellos, aunque pueden sentir que no llegan a comprenderlo del todo, aunque tengan a veces miedo a la llegada de un hijo en un momento “no oportuno”, aunque sufran críticas o incomprensiones de otros. Pero quizá con un poco de esfuerzo puedan llegar a comprender por qué la Iglesia enseña, en este tema, una doctrina que se opone tanto a la mentalidad de este mundo.

En este sentido, es conveniente volver a leer los principales documentos donde se nos habla del matrimonio y donde se toca el tema de la anticoncepción. Tenemos esa estupenda encíclica de Pablo VI, la Humanae vitae. En ella descubrimos comprensión y respeto hacia el plan de Dios sobre el matrimonio, sin que se dejen de lado problemas reales de algunas parejas que ven conveniente espaciar o retrasar el nacimiento de los hijos con aquellos métodos naturales que respetan la moral católica. Tenemos también una exhortación apostólica de Juan Pablo II sobre la familia, la Familiaris consortio, en la que se habla de los males y errores que se producen con el uso de los anticonceptivos. Algunas partes de la encíclica Evangelium vitae (también de Juan Pablo II) expresan una clara denuncia de la mentalidad antivida que se esconde entre quienes promueven y fomentan la anticoncepción.

Estos y otros documentos eclesiales pueden ayudarnos a descubrir la belleza del matrimonio cuando se vive según el querer de Dios. De modo especial, permiten descubrir cómo algunas técnicas (píldoras anticonceptivas, uso de preservativos, esterilización, etc.) son contrarias al bien del matrimonio y a la propia fidelidad a nuestra fe cristiana porque tales técnicas van contra la apertura a la vida que debe caracterizar el acto sexual entre los esposos. Pero ayudarán mucho más a descubrir que un mandato negativo (no debemos usar anticonceptivos) se convierte en una invitación a descubrir lo positivo, la riqueza de la vida matrimonial que se basa en el respeto de todas las riquezas y potencialidades del esposo y de la esposa.

Cuando los esposos asumen esta riqueza y viven su donación mutua abiertos a la vida, entonces pueden descubrir maneras maravillosas para madurar en el amor. También cuando Dios permite (es siempre un don de Dios) el que se inicie una nueva vida, el que se produzca una nueva concepción. Tal vez no estaba esperada, incluso tal vez puede ser vista como poco oportuna. De nuevo la fe dará luz y energías para abrir los corazones a quien ya está en medio de los esposos, en el seno materno; a quien, como hijo, espera recibir ese amor que es el distintivo de los cristianos, la señal de esa plenitud humana de quien sabe acoger, dar, entregarse totalmente al otro. Más cuando ese otro es un hijo nacido como resultado del amor y de la felicidad que viene del vivir según Dios, en la Iglesia, con la confianza que nos da Jesucristo: “No tengáis miedo” (Mt 28, 10).

Sí: también los esposos pueden escuchar esa invitación del Señor. Cuando la sociedad y los medios de comunicación impulsan a muchos matrimonios a renunciar a su fecundidad, a adulterar incluso su amor a base de técnicas inmorales, la Iglesia nos invita nuevamente a abrir el corazón a la fe, a descubrir en cada nueva concepción un proyecto inmenso, un amor sin límites, una fidelidad y una esperanza para el futuro humano.

Lo recordaba Juan Pablo II en la Carta a las familias: “Así, pues, tanto en la concepción como en el nacimiento de un nuevo ser, los padres se hallan ante un «gran misterio» (Ef 5, 32). También el nuevo ser humano, igual que sus padres, es llamado a la existencia como persona y a la vida «en la verdad y en el amor». Esta llamada se refiere no sólo a lo temporal, sino también a lo eterno (...) El origen del hombre no se debe sólo a las leyes de la biología, sino directamente a la voluntad creadora de Dios: voluntad que llega hasta la genealogía de los hijos e hijas de las familias humanas. Dios «ha amado» al hombre desde el principio y lo sigue «amando» en cada concepción y nacimiento humano. Dios «ama» al hombre como un ser semejante a él, como persona. Este hombre, todo hombre, es creado por Dios «por sí mismo»” (Carta a las familias n. 9).

Colaboradores de Dios en su amor a los hombres: eso son los padres que se abren a la vida, que viven su paternidad responsable en el respeto lleno de confianza a la Iglesia de Dios. Colaboradores de Dios y padres buenos, capaces de encender lámparas de alegría en un mundo que necesita testigos del amor y la esperanza.

































































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